Pabellón Le Corbusier, también llamado Museo Heidi Weber, en ZúrichEl Pabellón Le Corbusier en Zúrich reúne las principales ideas arquitectónicas del autor en su último proyecto, combinando claridad constructiva y coherencia formal
Espacio interior con el mobiliario del arquitecto
El Pabellón Le Corbusier constituye la última obra del arquitecto y una de las más singulares dentro de su trayectoria, tanto por su sistema constructivo como por su concepto espacial. Situado junto al lago de Zúrich, es la única obra del arquitecto realizada íntegramente en acero y vidrio. Impulsado por la diseñadora de interiores Heidi Weber, su mecenas, y finalizado en 1967 dos años después de su muerte, nació como un espacio destinado a acercar al público sus ideas y su trabajo. Tras décadas de uso y varios cambios administrativos, pasó a manos de la ciudad y reabrió en 2019 como museo público gestionado por el Museo de Diseño de Zúrich.
Planos originales de planta baja y primera del pabellón
El edificio se levanta sobre una estructura completamente metálica que responde a una retícula modular de cerca de dos metros, derivada del Modulor, lo que permite una organización precisa de gran flexibilidad espacial y una ejecución casi industrial. Todas las piezas de acero son prefabricadas y se ensamblan mediante uniones atornilladas, reafirmando la idea de Le Corbusier de una arquitectura desmontable, exacta y racional.
Ensamblaje modular de la fachada
Le Corbusier concibió este edificio como el espacio expositivo perfecto, donde arte, arquitectura y vida cotidiana confluyen. Su diseño retoma ideas esenciales del arquitecto: el sistema Modulor, la prefabricación, la "promenade architecturale" y elementos recurrentes como la rampa y el jardín en la azotea. El pabellón, colorido y de cuatro plantas, ofrece múltiples vistas y recorridos, además de muebles del propio Le Corbusier que subrayan su carácter también residencial. Incluso la terraza superior está abierta al público con vistas al lago.
Uso de colores primarios del movimiento Bauhaus
La envolvente se caracteriza por la combinación de paneles de acero esmaltado en colores primarios, rojo, azul y amarillo, junto con blanco, negro y verde, que se insertan con gran exactitud en la estructura portante. Estos elementos se alternan con amplias superficies de vidrio continuo que abren el interior hacia el parque del lago y refuerzan la ligereza visual. La composición aporta ritmo y dinamismo al conjunto.
Cubierta metálica independiente
Uno de los rasgos más distintivos del pabellón es su cubierta. Esta lámina metálica independiente se eleva por encima del volumen principal y parece flotar gracias a los soportes esbeltos soldados en puntos concretos y separados visualmente de la fachada. Este elemento funciona simultáneamente como sombra, protección climática y gesto escultórico, otorgando al edificio una presencia icónica y casi levitante que define la forma global del edificio.
Puerta de entrada con dibujo de Le Corbusier
La combinación de estructura metálica, precisión geométrica, ligereza material y uso intencionado del color convierte al Pavillon Le Corbusier en una síntesis excepcional de arte, técnica y arquitectura, y en una obra que condensa muchas de sus investigaciones formales y conceptuales en una pieza compacta y altamente refinada.
Vista hacia el parque desde la terraza, por debajo de la cubierta flotante
Escrito por María Unceta desde Zúrich
Fotografías de Paul Clemence
