Arquitectura

Arquitectura bajo cero: las maravillas del iglú

La reciente borrasca Filomena nos ha hecho reflexionar acerca de las dificultades de vivir entre la nieve y a temperaturas bajo cero. Sin embargo, otras culturas mucho más adaptadas a este clima pueden darnos una lección de cómo utilizar la nieve en nuestro provecho creando una arquitectura 100% bioclimática y sostenible

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La reciente borrasca Filomena nos ha hecho reflexionar acerca de las dificultades de vivir entre la nieve y a temperaturas bajo cero. Sin embargo, otras culturas mucho más adaptadas a este clima pueden darnos una lección de cómo utilizar la nieve en nuestro provecho creando una arquitectura 100% bioclimática y sostenible

A pesar de que en numerosas partes de España es frecuente convivir con la nieve, la borrasca Filomena nos ha dado una idea de cómo un temporal extremo puede hacernos perder el control de todos nuestros sistemas. Carreteras, ciudades, árboles y edificios se han visto perjudicados en muchos lugares, y llevará tiempo restaurar todo a la normalidad. Con esta situación, parece mentira que sea posible vivir en un entorno completamente nevado durante meses, pero efectivamente, se puede, y con mucha menos tecnología de la que tenemos en la actualidad.
Familia Inuit (esquimales)
Familia Inuit. Imagen extraida de Wikipedia.

El mejor ejemplo es el de los Inuit (comúnmente llamados esquimales), un pueblo originario de Siberia que se trasladó, a través del Estrecho de Bering, para asentarse en territorios de Alaska, Canadá e incluso Groenlandia. Estas comunidades se adaptaron perfectamente a la vida en la nieve creando el iglú, un habitáculo pequeño con forma semiesférica construido mediante bloques de nieve que crea unas condiciones interiores suficientes para un refugio temporal o incluso una vivienda permanente.

Si se analiza con atención el modo de construcción de los iglúes, se percibe son un diseño óptimo, ya que están perfectamente adaptados para responder bien frente a todas sus necesidades: estabilidad, protección, acondicionamiento, durabilidad, facilidad de construcción y nulo impacto en el entorno.
Iglú en paisaje nevado
Iglú en paisaje nevado. Imagen extraida de Infobae.

Para empezar, la construcción se realiza con un único material, la nieve, abundante en el ártico, por lo que no es necesario ir a ningún lugar para recolectarla, y en cualquier momento se puede disponer de más para realizar el mantenimiento del iglú. Por otra parte, la construcción se hace con nieve prensada, no hielo, ya que su densidad es mucho menor, por lo que tiene una gran capacidad aislante (al igual que el agua), que crea un acondicionamiento interior mucho mejor del que nos podríamos pensar. Además, al reflejar la luz y el calor permite que el calor generado en el interior se mantenga.
Iglú iluminado por el interior
Iglú iluminado por el interior. El calor interior genera un proceso de fusión y congelación en la capa superficial interior que contribuye a la estabilidad. Imagen extraida de Infobae.

Para la construcción, se excava una zona lineal, de la que se extrae la nieve para la construcción y que servirá de semitúnel de acceso. Se traza un círculo en el suelo que envuelva la mitad de la excavación, y se comienza a colocar los bloques realizados previamente de nieve prensada, recortando un poco los primeros bloques para que las hiladas conformen progresivamente una espiral continua ascendente. De este modo, al ir colocando los bloques, con ajustes para inclinarse hacia dentro, se genera una semiesfera, de tal modo que la estructura trabaja totalmente a compresión, como cualquier estructura de piedra. La semiesfera, además de ser una de las estructuras más estables de la naturaleza, es también la más compacta, por lo que permite el mayor volumen posible con la menor superficie de exposición al viento y al frío.
Construcción de un iglú
Secuencia de construcción de un iglú a partir de espiral ascendente. Sección transversal de un iglú, con semitúnel de entrada, plataforma elevada y orificio de ventilación. Imágenes extraidas de Wikipedia.

Una vez se ha completado la semiesfera, se debe horadar el agujero de acceso coincidiendo con la excavación previa, y puede construirse del mismo modo una pequeña bóveda de túnel de acceso al iglú, que debe orientarse a sotavento. Este sistema de acceso mediante el túnel parcialmente enterrado evita que entre el frío y muy especialmente el viento. La excavación de parte interior permite que una persona pueda permanecer de pie en el interior, mientras que las camas se reservan para las zonas más elevadas, sobre plataformas hechas de nieve, donde la temperatura será más cálida.

Mediante el aislamiento de la nieve y el calor humano pueden conseguirse temperaturas en el interior de entre -7⁰C y +16⁰C en base a temperaturas exteriores de unos -35⁰C. En los iglúes más grandes y permanentes, solía acondicionarse el interior y la puerta de entrada con pieles de animales, aumentando la temperatura. Incluso podían incluirse muebles y estufas que dieran a los habitantes comodidades más próximas a las de un alojamiento convencional. Para evitar la acumulación de gases, debe realizarse un orificio en la parte superior de la semiesfera (pero no exactamente en la cúspide), para facilitar la ventilación. También podían instalarse bloques de hielo a modo de ventanas para iluminar el interior.
Familia Inuit construyendo un iglú
Familia Inuit construyendo un iglú. Imagen extraida de Wikipedia.

Respecto a la estabilidad de la construcción, es importante seleccionar nieve sólida, pero no demasiado densa para los bloques. Para ello, lo mejor es elegirla de lugares donde más ha soplado el viento, que entreteje finos cristales de hielo manteniendo aire en su composición, que reste densidad y contribuya al aislamiento térmico. Para que las cargas se asienten correctamente deben rellenarse los huecos entre los bloques con nieve. A pesar de lo que pueda parecer, el calor generado en el interior es beneficioso para la estructura, ya que derrite ligeramente la capa más superficial del interior, que al volver a congelarse por el frío que llega del exterior se solidifica añadiendo estabilidad y unión al conjunto.
Iglú incompleto
Iglú en proceso de construcción. Falta coronar la cúspide de la semiesfera, rellenar los huecos entre bloques y regularizar la superficie. Imagen de Aaron Vincent Elkaim para The New York Times.

Aunque siempre los hemos visto como construcciones muy pequeñas, hay tres tipos de iglúes en función de su uso: los más pequeños como refugio temporal para los cazadores, los medianos como vivienda familiar temporal con una sola habitación, y los más grandes, que pueden se grandes construcciones o un grupo pequeñas de semiesferas conectadas, albergando hasta a 20 personas con carácter permanente.
Vista interior iglú
Vista interior de un iglú habitado por una familia. Imagen extraida de Etnias del Mundo.

Aún teniendo en cuenta que la misión tradicional del iglú era la de proporcionar un alojamiento sin las pretensiones de confort a las que estamos acostumbrados hoy en día, no podemos pasar por alto las importantes propiedades que tiene. Es una construcción bioclimática, ya que su forma geométrica maximiza el volumen y minimiza la superficie, reduciendo las necesidades de material y las pérdidas de calor. Es sostenible y ecológico, ya que utiliza únicamente recursos naturales que no necesitan ser procesados, y cuando la construcción deja de ser necesaria se derrite o derrumba sin dejar ningún impacto en el medio. Podríamos hablar del mejor ejemplo de arquitectura circular posible. Paradójicamente, una arquitectura que nunca ha necesitado arquitectos.

Imágenes extraidas de Wikipedia, The New York Times, Infobae y Etnias del Mundo.

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