Dorte Mandrup firma un poético edificio situado en un enclave ancestral de Groenlandia que reflexiona sobre el cambio climático y se convierte en un impacto positivo para la comunidad local
En la costa occidental de Groenlandia y ubicado a 250 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, encontramos este pequeño edificio con un gran significado simbólico, obra de la arquitecta danesa Dorte Mandrup. El nuevo centro Ilulissat Icefjord se sitúa delante del enorme glaciar Sermeq Kujalleq, el glaciar más grande del mundo fuera de la Antártida.
Durante más de 250 años, los glaciólogos han estudiado el antiguo glaciar y su producción diaria de inmensas cantidades de hielo, y es por este motivo un lugar ideal para la observación y la investigación científica del cambio climático. El nuevo edificio también tiene funciones de centro educativo y de sala de exposiciones donde se explicará la historia del área de Icefjord. Un enclave que tiene 4000 años de herencia cultural y una historia hecha de hielo que resulta esencial para comprender el cambio climático. Además, el equipamiento también albergará una sala de cine, una cafetería y una tienda.
Como es habitual en la forma de proyectar de Dorte Mandrup, el edificio trabaja con el particular contexto en el que establece y trata de comprender el potencial de este lugar. Es así como el centro se convierte en una puerta hacia la naturaleza más salvaje, a la vez que crea un nuevo espacio público para la colectividad y se transforma en un pequeño refugio en medio del vasto paisaje.
En este caso, para los arquitectos del estudio era muy importante crear un edificio que se convirtiera en parte del paisaje pero que al mismo tiempo fuera un faro, un nuevo punto de referencia.
Diseñaron una obra que forma una pequeña colina conectada al sendero que atraviesa el territorio. Los visitantes pueden subir a la cubierta del centro y presenciar el espectáculo de la naturaleza del lugar, Patrimonio de la Unesco. Cuenta Mandrup que el edificio está siendo un grande éxito ya que la comunidad lo ha aceptado absolutamente. La gente de la zona lo usa como parte de sus rutas diarias e incluso celebra bodas en la azotea. El nuevo centro aborda la sostenibilidad social y se convierte en un efecto positivo para la comunidad local.
De acuerdo con la función del edificio, la estructura fue diseñada para tener un impacto mínimo en el medio ambiente y ser lo más sostenible posible. Para evitar recurrir al hormigón, el equipo de Mandrup ha utilizado una estructura metálica de acero, elevando el edificio levemente para mantener el hábitat subyacente. El material principal de la obra es la madera que con su ligereza y fragilidad crea un fuerte contraste con la dureza de la roca donde se asienta el edificio, uno de los lechos rocosos más antiguos del planeta. De esta manera, el edificio nos recuerda nuestra propia fragilidad, nuestro corto tiempo sobre la tierra, y nos lleva a reflexionar sobre el impacto del cambio climático que es la esencia final del edificio.
La obra tiene una forma de boomerang que se introduce en el paisaje, creando un nuevo espacio y transfigurándolo en un paisaje nuevo. La forma torcida del edificio ayuda a evitar la acumulación de nieve en la cubierta, y además, proporciona el acceso peatonal a la plataforma elevada que se transforma en un mirador con vistas espléndidas de los icebergs del Kangia Icefjord. El nuevo centro se convierte, con sus terrazas protegidas al aire libre, en un nuevo punto final de las rutas de senderismo de la zona.
El interior del centro está totalmente acristalado y permite contemplar las espectaculares condiciones lumínicas de Groenlandia, donde sólo hay luz del día durante el verano, y en invierno aunque sea muy oscuro, aparecen reflejos en la nieve y el suelo. La intención de Mandrup es que el visitante experimente, moviéndose por el edificio, los diferentes cambios de color de la luz en verano. Por un lado la luz es azul y por el otro la luz cambia y es de un color rojizo muy intenso.
Como apunta Mandrup, no se trata necesariamente de fundirse con el entorno existente, sino tratar de comprender el contexto social y económico, y el contexto más amplio del paisaje y la historia del sitio. En este caso, los arquitectos querían construir un edificio abierto y ligero, donde los visitantes se sintieran conectados con el impresionante paisaje. En palabras de Dorte Mandrup: El Centro Icefjord ofrece un refugio en el espectacular paisaje y aspira a convertirse en un punto de reunión natural desde el cual se puede experimentar la escala infinita y no humana de la naturaleza ártica, la transición entre la oscuridad y la luz, donde el sol de medianoche y las luces del norte bailan en el cielo.
Dorte Mandrup
Escrito por Aina Pérez i Verge
Fotografías de Adam Mørk