Fotografía de Rodrigo DávilaLa Leroteca es un recinto de 152 metros cuadrados, construido en el 2013 por Lacaja Arquitectos para el Jardín Infantil Lero Lero, que le permite a los pequeños la oportunidad de aprender, crear y expresarse por medio del arte y la lectura, siendo su trabajo el protagonista del lugar
Algo de las muchas cosas que valoro de la actualidad es la consciencia de la importancia que tiene la cultura como elemento fundamental para desarrollo integral del ser humano. Hoy en día se ha descubierto el abanico enorme que lleva al conocimiento, lo cual ha generado, entre muchas cosas, que las bibliotecas, centros educativos y otros equipamientos, se conviertan en lugares multiusos, en donde las áreas culturales toman igual jerarquía que aquellas tradicionales.
El Jardín Infantil Lero Lero, ubicado en la vía Cajicá, se une a la corriente de la educación holística, y construye en el 2013 un espacio cultural que toma un rol protagónico en la propuesta de la formación académica. La Leroteca es un recinto de 152 metros cuadrados, construido por Lacaja Arquitectos, que le permite a los pequeños la oportunidad de aprender, crear y expresarse por medio del arte y la lectura; concepto materializado en una edificación de tan alta calidad espacial que es nominada en el 2014 para la Bienal de Arquitectura Colombiana.
La pieza surge de la exploración de la forma de una cabaña tradicional, intentando que lo que en realidad son dos zonas separadas se conciba como una sola. El volumen contiene dos niveles que parecen ser similares, aunque la experiencia de su habitabilidad es distinta; la forma, las texturas y la concepción atmosférica le permite al usuario dialogar con los espacios de diferente manera.
Un gesto de diseño bastante interesante es el ingreso, pues éste no es por la fachada principal sino por las fachadas laterales. La cara frontal se encarga de exhibir los trabajos de los estudiantes por medio de una gran ventana que se encuentra rodeada de una serie de materas lineales con piel en madera, dando una percepción de calidez. Esta piel se extiende por la cubierta y la fachada posterior, proyectando una gran y única pieza.
Por su parte, las fachadas laterales se componen por grandes ventanales enmarcados por notorias piezas de metal negro y concreto a la vista; son caras de una tipología más contemporánea que permiten extender los espacios interiores y aprovechar las vistas, conectando los salones con el parque infantil, de tal modo que la Leroteca no se conciba como un límite sino como un elemento integrador de todo el conjunto.
Al primer nivel se puede ingresar por el costado norte y sur; la planta alberga el taller de pintura, cerámica y música, en donde se busca que las creaciones de los niños sean las protagonistas. Por lo anterior, los arquitectos proyectan un ambiente neutro con superficies blancas, el cual contiene el espacio para las artes, una zona de lavado y bodegaje, el área de exhibición localizada junto la fachada principal y el sitio para las materas.
El segundo nivel solamente tiene ingreso por las escaleras ubicadas en la fachada norte; al tener acceso independiente las actividades realizadas en la primera planta no se ven afectadas por la de la segunda. Al llegar el usuario percibe una fluidez espacial casi infinita gracias a los ventanales del costado sur. Es una planta totalmente abierta que contiene la biblioteca, donde la cubierta inclinada y asimétrica cierra la cara oriental y occidental con un enchape interno en madera que genera una atmósfera de acogida y recogimiento ideal para la lectura y el trabajo con el cuerpo.
La Leroteca es una construcción pensada para los niños. Es motivante que la cultura y el arte, que hace parte de ésta, se conviertan en el eje central del jardín infantil. El crear se vuelve un factor tan importante que inclusive el cerramiento de la obra fue un mural realizado por los niños del kínder, además del hecho de la exhibición constante de los trabajos en la fachada principal. Es fundamental que proyectos como éste sigan naciendo, pues no es posible formar una sociedad sin cultura.
Escrito por María Carla Flórez Jiménez desde BOGOTÁ D.C.
Fotografías de Rodrigo Dávila
