GRANDES DESPACHOS

Feminismo, individuo y colectividad: la arquitectura de Susana Torre

Desde una postura feminista, el estudio de la individualidad y del papel del usuario en el espacio proyectado, llevaron a Susana Torre hasta propuestas de espacios colectivos flexibles y adaptables a las particularidades individuales.

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Desde una postura feminista, el estudio de la individualidad y del papel del usuario en el espacio proyectado, llevaron a Susana Torre hasta propuestas de espacios colectivos flexibles y adaptables a las particularidades individuales.


Dentro del campo de la arquitectura, una de las grandes figuras del activismo feminista es la arquitecta de origen argentino Susana Torre, cuya labor profesional se ha desarrollado, fundamentalmente, en Norteamérica. Durante su estancia en la Universidad Estatal de Nueva York formó parte del grupo, liderado por Reggie Goldberg, que organizó la exposición: “Las mujeres en la arquitectura de Estados Unidos. Una perspectiva histórica y contemporánea” (1976-1977), en el Museo de Brooklyn.





El montaje expositivo, realizado con muy poco presupuesto, pretendía crear la imagen de una gran sala de dibujo, donde los tableros de las mesas eran sustituidos por los paneles explicativos. Frente a estereotipos, la marginalidad o la excepcionalidad, la exposición pretendía mostrar el amplio abanico de arquitectas y edificios proyectados por mujeres, con periodos especialmente significativos como el Chicago de 1893 o Los Ángeles de principios de la década de 1970.







Su arquitectura, con una gran carga teórica, parte del análisis del papel concreto de la mujer en el espacio, para trastocar su organización y jerarquía. Su trabajo, a favor de la igualdad, la llevó hasta la experimentación del espacio que llevan a cabo los diferentes tipos de usuarios, independientemente de su género, edad o etnicidad. Un ejemplo claro de todo ello son sus proyectos residenciales, como la denominada Casita pequeña (1981-1982), en Southampton (Long Island).





A partir de una edificación existente del siglo XIX, Susana Torres revierte el concepto tradicional del hogar como lugar propio de la mujer, representado como una prisión por Louise Bourgeois en sus series Femme-maison (1946-1947). El espacio interior de la vivienda fluye y se dispone a la manera de un exterior, donde toda una serie de espacios abiertos se interrelacionan entre sí. Frente a estancias de usos individualizados, el corazón de la casa es un lugar familiar de intercambios.









En el caso de la casa Falda (1984-1987), en Amagansett (Long Island), la distribución del programa evita tópicos y recursos habituales, para organizar la vida familiar siguiendo la trayectoria solar. La casa, en consecuencia, posee un trazado semicircular, con un cuerpo cilíndrico en su parte posterior, donde se aloja una escalera que conduce a un mirador.







La luz irrumpe en la casa al amanecer por el dormitorio principal y acompaña a los habitantes a lo largo del día, hasta finalizar en la mesa de la cocina, a la hora de la cena, con los últimos rayos del atardecer.







Con el proyecto del parque de bomberos n.º 5 (1984-1987), de Columbus (Indiana), tuvo la oportunidad de transformar esta tipología para incluir, de una manera adecuada, a las mujeres en sus instalaciones. Los espacios tradicionales de confraternización de dormitorios y aseos se individualizan para hacer de la cocina, el comedor y el gimnasio los espacios de relación igualitaria para todos. La asimetría exterior, debida a las diferentes funciones, da paso a una simetría en el patio, a partir del tubo de descenso, remarcando la paridad buscada en el interior.









El estudio de la individualidad desembocó en lo colectivo. ¿Por qué el individuo debe adaptarse a un contenedor arquitectónico predeterminado? La vida, entendida como un proceso dinámico, demanda espacios cambiantes que se adapten a cada circunstancia. La conclusión de todas sus investigaciones le hizo proponer organizaciones espaciales flexibles basadas en matrices, evitando las formas cerradas o definidas a priori. Es especialmente significativo, en este aspecto, el proyecto de la Casa de los Significados (1970-1972).







A partir de una matriz de muros paralelos, las viviendas son susceptibles de ir transformándose, en un proceso temporal indefinido, dando como resultado un tejido urbano adaptable y variable, que se amolda a las necesidades de sus habitantes, a sus costumbres o a sus tradiciones constructivas. Frente al urbanismo tradicional donde “la casa encarna ideologías determinadas, usualmente las hegemónicas, respecto a cómo se debe vivir, los valores y jerarquías que se deben promover dentro de la familia, y cómo sus moradores deben relacionarse con el mundo exterior” (Space as Matrix, 1981), Susana Torre propone un proceso abierto e indeterminado, que se adapta a la individualidad.











Este proyecto utópico sirvió de base para la construcción de una comunidad residencial (2003-2008) de siete viviendas y un apartamento, construida en Carboneras (Almería) con la colaboración de Estudio DA-3, y que es su residencia actual.







A partir de las ideas de individuo y comunidad, la tipología creada es una hibridación. Tres viviendas exentas y un bloque de apartamentos entremezclan sus espacios en una volumetría compleja, donde se comparten forjados y vuelos, o donde las cubiertas de unos sirven de terrazas para otros.









Frente a la individualidad a la hora del diseño de las viviendas, todas ellas diferentes para permitir habitantes de necesidades distintas, el espacio colectivo es un lugar de relación donde se busca la puesta en común y la relación vecinal.







Partiendo de la premisa de la igualdad, del desenvolvimiento del usuario dentro del espacio, de la adaptabilidad de ese espacio y su contenedor a las necesidades cambiantes del habitante, Susana Torre propone una arquitectura inclusiva, donde todos podemos ser capaces de encontrar nuestro propio lugar dentro de la arquitectura.



Fotografías de Susana Torre

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