¿Cómo reaccionar frente a un edificio historicista y resolver la transición con una extensión contemporánea? Los arquitectos apuestan por el contraste y la depuración en su volumetría a la vez que por la armonía material
Volumetría abstraída de la ampliación
Situado junto a la estación principal de Zúrich y enmarcado por los ríos Sihl y Limmat, el museo original del año 1898 se alza con una estructura en forma de castillo. Esta obra del arquitecto zuriqués Gustav Gull se concibió como membrana de transición al parque del museo utilizando una tipología de dos alas con una bisagra de acceso desde un patio delantero, las cuales conforman en planta una "G". El proyecto de Gull cuenta con torrecillas, arcos y apuntadas cubiertas a dos aguas. Sin embargo, cuando entramos al patio trasero exterior descubrimos algo totalmente distinto.
Plano de situación del Museo Nacional de Zúrich, planta baja y planta alta del conjunto
En este proyecto de ampliación el historicismo se une a la modernidad. El estudio de Basilea Christ&Gantenbein completa el museo con un ala nueva a través de una forma sinuosa que cierra la volumetría y la planta en G situándose en el parque. El perfil serpenteante encierra un espacio entre el museo existente y el parque creando un nuevo patio, el cual es idóneo para eventos y exposiciones en el exterior, que está en uso casi todo el año. Esta estrategia permite a los visitantes realizar el circuito completo por primera vez a través de los dos edificios de forma continua.
Volumetría del conjunto del Museo Nacional Suizo
El edificio moderno de la extensión presenta desde la abstracción unas líneas fuertemente marcadas. La escultórica forma cerrada y compacta utiliza cubiertas inclinadas para mimetizarse con las cubiertas antiguas del edificio existente con un enfoque mucho más depurado. Dichas formas además, vistas desde el parque, continúan con el perfil de las colinas que rodean la ciudad.
Contraste formal de la extensión con el museo existente visto desde el río
La figura serpenteante de la ampliación no se desarrolla en horizontal, sino en tres dimensiones. En el punto clave se despega del suelo como un puente para generar una conexión directa del museo con el parque y el río Limmat, a lo largo de una amplia distancia de cerca de 50m, dando da lugar a un espacio irregular lleno de perspectivas interesantes y nuevas zonas exteriores.
Conexión espacial del patio con el parque
La materialidad se asemeja con la existente en cuanto a su carácter portante, incluso los muros exteriores se asemejan en sus dimensiones, de hasta 100cm de espesor. El proyecto se resuelve con hormigón visto reciclado de doble hoja con aislamiento interior. El acabado exterior es de grano grueso a través de un tratamiento con agua a presión para conseguir una superficie más similar a la piedra original. El volumen sobrio se ve salpicado por ventanas circulares. Realmente el uso expositivo no precisa de luz natural, con lo cual las aberturas se reducen a las mínimas necesarias. Para facilitar la orientación del sinuoso laberinto en forma de ese, se perfora con estas anecdóticas aberturas de ojo de buey, desde las cuales se permite el contacto con el exterior.
Escalinata en el interior sobre el puente de conexión con el parque
En su interior sigue la depuración conceptual y material. Los suelos de hormigón lijado recuerdan al terrazo utilizado en el museo de Gull. El elemento más trabajado es su techo, el cual ordena todos los medios para facilitar el uso expositivo de forma muy estudiada y con cierto carácter industrial. Su diseño se centra en la flexibilidad de sus espacios, destinados tanto a la exposición como a usos educativos y de divulgación.
Interior de la ampliación del museo
Escrito por María Unceta desde Zúrich
Fotografías de Archibatch, Walter Mair y Roman Keller