La iglesia del Redentor de Turín, según el proyecto de Nicola Mosso con la colaboración de Leonardo Mosso y Livio Norzi, es uno de los ejemplos más notables de la arquitectura religiosa de la posguerra italiana, gracias a su imponente bóveda de hormigón.
La arquitectura de Nicola Mosso (1899-1986), uno de los principales representantes de la segunda generación del Futurismo, evolucionó durante la posguerra hacia un lenguaje racionalista. Dentro de su obra destacan los proyectos de arquitectura religiosa y, especialmente, la iglesia del Redentor (1954-1957) o Chiesa del Gesù Redentore, en Turín (Italia), realizada en colaboración con su hijo Leonardo Mosso (n. 1926) y el ingeniero Livio Norzi (1920-1994).
La iglesia se ubica en la plaza Giovanni XXIII del distrito de Mirafiori Norte, cerca de la fábrica de Fiat. El aumento de población de la zona, atraída por el trabajo en la industria automovilística, hizo necesaria la construcción de un nuevo complejo parroquial.
El proyecto inicial contemplaba la construcción de una iglesia de grandes dimensiones, con casa y dependencias parroquiales, oratorio, aulas, salas de reunión, salas para asociaciones, cine-teatro y un campanario, de planta triangular, que no llegó a ejecutarse.
Las obras de la iglesia se iniciaron el 16 de octubre de 1955, inaugurándose el 12 de mayo de 1957. El resto de dependencias fueron ejecutándose a lo largo de la década de los sesenta, como la capilla de la Virgen de Lourdes (1963-1967).
La iglesia, de una única nave y sin crucero, posee planta longitudinal. Su trazado geométrico parte de un patrón triangular tridimensional, que ayuda a conformar toda la volumetría de la edificación. Se trata de una retícula horizontal creada a partir de triángulos equiláteros de 3’46 metros de lado. Su aplicación a los muros laterales produce un cerramiento perimetral plegado en zigzag, de gran rigidez, lo que permitió reducir su espesor.
A la cabecera, donde se sitúa el altar, se adosa un cuerpo formado a partir del mismo módulo triangular de la iglesia, pero unido dando lugar a piezas hexagonales, donde se localiza la sacristía, los espacios de servicio y la capilla de la Virgen de Lourdes, utilizada como capilla diaria.
A la malla triangular de la planta se le aplica un módulo vertical de 2’45 metros para generar una cubierta tetraédrica de hormigón visto, verdadero alarde estructural y punto singular del proyecto. La forma interior se muestra al exterior como su negativo, recubierta de cobre, generando un perfil facetado.
Los muros de hormigón de la iglesia se revisten, en ambas caras, de ladrillo visto, conformando una camisa que envuelve los cerramientos hasta la cubierta. Los ladrillos se traban en los encuentros en esquina sin recurrir a fragmentos o medias piezas, dejando visibles los huecos de esta disposición. Este gesto formal resulta muy expresivo y remarca el carácter de revestimiento, no estructural, de la camisa acanalada de ladrillo. Con un objetivo similar, el remate superior evita la línea horizontal, y continuando con las formas triangulares, deja escalonada la fábrica de ladrillo.
La simbología religiosa está presente en todo el proyecto, desde los doce escalones de acceso a la iglesia, hasta las figuras triangulares, generadoras de la planta, la bóveda de cubierta, el perfil del volumen o los tímpanos sobre las puertas de acceso, dispuestas en una composición clásica que potencia el eje central, al concentrar la decoración sobre él y aumentar el tamaño del vano.
La sobriedad exterior da paso a un interior inundado de luz cenital. La cubierta tetraédrica de hormigón visto presenta perforadas sus facetas mediante ventanas triangulares. La iluminación de determinadas caras, la penumbra en algunos puntos y el contraste de sombra de otras superficies, genera la ilusión de un espacio de cúpulas encadenadas entre una red de nervios.
El efecto generado por la estructura de hormigón de la cubierta rememora las bóvedas de crucería góticas y las cúpulas nervadas y caladas de la arquitectura islámica, pero tiene un precedente más cercano en la obra de Guarino Guarini (1624-1683). Estas referencias del pasado se reinterpretan desde una óptica moderna, dando como resultado uno de los edificios más importantes de la posguerra en el Piamonte.
“El resultado obtenido es, sin duda, de una gran sinceridad, sumamente expresivo y de una plástica recia y movida, de extraordinario carácter”. En el año 2002, se inició el proceso de restauración de la iglesia, según proyecto del arquitecto Massimo Battaglio, que en breve iniciará la tercera fase de intervenciones.
Texto entrecomillado extraído de: Informes de la Construcción, vol. 14, nº 131, mayo de 1961, págs. 29-34.
Fotografías de Federico Padovani