El nuevo hospital universitario pediátrico de los arquitectos suizos Herzog & De Meuron arropa con su arquitectura a los más vulnerables para contribuir a través de su sensibilidad a la curación
Puerta principal de entrada al hospital pediátrico. Fotografía de Maris Mezulis
Localizado al pie de una colina boscosa de Zurich, el edificio de nueva construcción alberga ahora el uso del Kinderspital (alemán, hospital de niños), abreviado de forma cariñosa como “Kispi”, el cual, debido a su entorno urbano ha quedado pequeño además de obsoleto. El propio Jacques Herzog habla en un comunicado reciente de la razón por la cual llevan los últimos años abordando este tema: "Un hospital es un lugar donde la gente se encuentra en una situación de vida a menudo difícil”. A pesar de ello, los hospitales tienden a ser lugares sin vida y poco acogedores. De esta manera el éxito del proyecto surge de cada detalle y gesto delicadamente elegidos para invitar a los niños, acompañantes y médicos a tener una experiencia confortable y agradable. Desde la propia disposición en la parcela de forma cóncava hasta la entrada a través del espacio verde, “Kispi” nos recibe literalmente con las puertas abiertas con una estrategia muy distinta al Hospital Psiquiátrico situado enfrente. La entrada se diseña de forma sobredimensionada, mostrando la importancia del sentimiento de acogida y la diversión, los rasgos distintivos de este edificio.
Vista aérea del edificio con el lago de Zúrich al fondo. Fotografía de Maris Mezulis
La volumetría no es casual. Acostumbrados a edificios hospitalarios planos y de mayor altura, este edificio se resuelve de forma discontinua en superficie, de modo que no impone al que llega a él, sino que el paciente cree estar entrando en un ambiente doméstico, casi en una guardería. Para ello es decisivo el gesto de alejarse de la repetición de módulos habitacionales iguales para en su lugar hacer un juego de cubos con cubiertas inclinadas individuales dispuestas en diagonal sobre las demás plantas. La fachada es un despliegue del conocimiento del material propio de los arquitectos, conocidos por investigar y experimentar con los materiales que utilizan. No es una fachada plana de madera, sino un juego de distintas dimensiones y formas de láminas de madera con las que solucionan tanto el revestimiento exterior como los elementos de protección solar y los revestimientos interiores. El interior se deja llevar por la misma atmósfera nórdica de materialidad discreta.
Vista frontal de la fachada con las habitaciones en el piso superior y patio vegetal con celosía de madera. Fotografías de Michael Schmidt (izq.) y Maris Mezulis (dcha.)
Esquema de la distribución de usos en las tres plantas y escalera de circulación vertical. Fotografía de Maris Mezulis (dcha.)
Distribuidos en tres plantas, el edificio alberga dos zonas de tratamientos, oficinas, y 114 habitaciones a lo largo de toda la fachada en su segunda planta. Realmente el gran reto del proyecto era resolver todos los usos en un espacio extensivo sin renunciar a la luz natural. La solución radica en una calle de acceso principal que distribuye los usos de lado a lado en cada una de las tres plantas, donde aparece la circunferencia en forma de una serie de patios vegetales, que permiten el contacto con la naturaleza, sirven de espacios de recreo y son linternas para introducir luz natural. Allí la misma celosía discontinua de la fachada cae como una cortina teatral creando texturas y juegos de luz y sombra. En el interior, la circulación vertical sigue con el juego circular con sus escultóricas escaleras de caracol de hormigón, las cuales son un proyecto artístico en sí mismo, para llevarnos a las habitaciones en la segunda planta.
Espacio interior de circulación entre patios y núcleos de circulación. Fotografía de Maris Mezulis
Estas habitaciones de larga estancia, lejos de ser habitáculos estándar, se transforman en una “cabaña de madera” que podríamos encontrar en los alpes suizos, donde además la escala se adapta a los mas pequeños a través de divertidas ventanas redondas dispuestas a su altura, para que puedan sentirse los protagonistas. La madera y el uso del blanco junto con el textil en verde desaturado del mobiliario, diseñado para la estancia de los padres, crean un ambiente de calma y armonía en el que el paciente puede descansar acompañado echando menos de menos su hogar. En definitiva, a pesar de la gran inversión que ha supuesto el nuevo hospital pediátrico de Zurich, la personal implicación y la calidad del diseño del estudio de arquitectura de Basilea han garantizado la gran acogida que ha tenido desde su apertura en noviembre de 2024.
Módulo habitacional de descanso de los niños. Fotografía de Maris Mezulis
Escrito por Maria Unceta desde Zúrich
Fotografías de Michael Schmidt, Maris Mezulis