Un siglo lleno de avances históricos en el cual el arte de las máquinas y el hierro en la construcción marcaron una nueva era para la arquitectura, Decimus Burton fue uno de los personajes más representativos con sus magnificas obras.
Décimo hijo de un arquitecto, de ahí su peculiar nombre, nacido en el año 1800 Decimus Burton fue un exitoso arquitecto y diseñador de jardines inglés. Tras realizar sus estudios en Tonbrige School y pasar varios años en la Royal Academy School, desarrolló su inclinación e interés por la arquitectura trabajando junto a su padre James Burton, a través del cual conoció a su mentor John Nash, arquitecto responsable de múltiples proyectos para la corona inglesa.
Nash confió en el potencial de su discípulo de tan solo veintiún años de edad y le confió el diseño de varios importantes diseños, entre ellos el Cornwall Terrace y el Clarence Terrace del Regent’s Park de Londres. Dos años después llegó su gran primer proyecto, el Colosseum de Londres, un edificio demolido años después; una obra monumental con pórtico dórico, un estilo completamente diferente al estilo sobre el cual Burton destacaría especialmente.
El Siglo XIX destacó por las grandes hazañas de la ingeniería, la era de los gigantes de hierro y las doncellas de cristal. La arquitectura de hierro trajo nuevos aires a la construcción, y junto a la industria siderúrgica floreció también la del vidrio. Tras diferentes tipos de proyectos y especializarse en el diseño de jardines Burton llegó a un acuerdo de 30 años con el Real Jardín Botánico de Kew, a lo largo de dicho contrato el arquitecto empezó con el diseño de exteriores hasta llegar a proyectar grandes edificios. Asociado con Richard Turner, ingeniero y empresario siderúrgico especialista en la construcción de invernaderos, crearon lo que hoy conocemos como The Palm House (la casa de las palmeras).
Las plantas exóticas de los jardines de la corona fueron cubiertas con esta obra prodigiosa de de 110 metros de longitud, 30 metros de anchura y 20 de altura, una obra realizada íntegramente con cristal y estructura de hierro, en aquellos tiempos considerado como el invernadero de clima templado más grande del mundo. Doce calderas llevaban agua caliente por una red de tuberías que funcionaban a modo de radiadores, manteniendo una temperatura interior de 27 grados en invierno. Pilares huecos de hierro y canalones en la base de piedra recogían el agua de la lluvia, conduciéndola a un depósito subterráneo para ser aprovechada en las instalaciones del invernadero. Un tren de vagonetas para el transporte de carbón, un extractor de humos y las conducciones de agua de lluvia fueron instalados en un túnel subterráneo que desembocaba a una distancia aceptable en la chimenea y la torre de agua, en forma de campanario.
Una magnífica obra considerada por los expertos como la edificación existente de estilo victoriano realizado en hierro y vidrio más importante del mundo.