Sin ánimo de hacer un alegato a favor de la vuelta a interminables horas entintando pliegos, reivindicamos algunas plusvalías del clásico lápiz y papel frente a los nuevos modos de representación arquitectónica.
El dibujo está vinculado a las raíces de la especie humana, desde que el hombre prehistórico representó animales en las cuevas de Altamira no hemos parado de representar la realidad. En la arquitectura el dibujo ha sido el lenguaje idóneo para la ideación, desarrollo y posterior transmisión de un concepto. En un momento en el que la oferta de dispositivos y programas para el dibujo digital se dispara y en el que las imágenes virtuales de los modelos 3d de proyecto adquieren un realismo asombroso y son cada vez más sencillas de generar, nos asalta la duda de si vale la pena que los estudiantes continúen formándose en esta disciplina. La respuesta es un sí rotunda y aquí van algunas de las razones.
Planta del Cementerio de Igualada de Enric Miralles
El primer argumento es meramente práctico. Pocas cosas hay tan accesibles como un cuaderno que nos cabe en el bolsillo listo para ser usado en cualquier lugar. No dependemos de wifi, batería o una superficie de trabajo. Por otro lado, el hecho de que sea la mano el vehículo para expresas nuestros pensamientos, sin necesidad de intermediarios, genera una conexión tangible y directa con la creatividad. De una manera mucho más consciente. Un trazo a mano aporta mucha información de la persona que lo ejecuta porque está lleno de matices.
Esbozo del cuaderno de Louis Kahn
La inmediatez y agilidad con la que conseguimos expresas ideas mediante un boceto es inigualable El dibujo a mano nos permite enfatizar lo que se quiere mostrar de la realidad y explorar varias opciones de diseño de forma más ágil que con las herramientas digitales. Desarrollar nuestra habilidad para esbozar mejorará nuestra capacidad comunicativa, de concentración y de resolución de problemas. Expresar conceptos a menudo es más sencillo y efectivo de representar con la expresividad del trazo que con herramientas digitales ya que la información que se comparte es mucho más intencionada que con una imagen fotorrealista.
Dibujos del cuaderno de Le Corbusier, viaje a Sudamérica
Este hábito creativo no es sólo practico para documentar proyectos profesionales, también sirve para registrar nuestras visitas a nuevos lugares de un modo más personal. Los cuadernos de viajes son un modo complementario de indagar en lo visitado y recopilar las experiencias vividas. Es más que un pasatiempo, es un vehículo para entender lo que nos rodea. Los bocetos del natural ayudan a capturar ideas intangibles o que escapan al realismo de una cámara. Cristalizan momentos. La luz, la textura de los materiales o la sensación espacial. Un momento de pausa en el viaje para dibujar, como ya lo hicieron Mackintosh, Steven Holl, Siza, Le Corbusier, Kahn o Miralles, para observar la realidad y plasmarla desde nuestra perspectiva, con nuestros anhelos y curiosidades personales.
Acuarela de la Escuela de Arte de Glasgow de Steven Holl
Leí en una pegatina “El ordenador es al arquitecto lo que el microondas al cocinero” Sin duda los avances tecnológicos han ayudado a representar con más precisión y control del detalle los proyectos arquitectónicos, permitiendo complejizar las soluciones y mejorando la eficiencia y productividad en el proceso de diseño, pero como complemento al dibujo a mano, nunca sustituyéndolo.
Apuntes del cuaderno de Álvaro Siza
Escrito por Cristina Pino desde OPORTO