Philip Johnson forma parte de esa docena de arquitectos que en el siglo XX cambiaron por completo la arquitectura, incorporando lo que entonces se llamó “Estilo Internacional” y que cualquiera conoce hoy como “Arquitectura moderna”.
Es pues uno de los grandes, aunque, muchos opinan que más que un creador original fue alguien que estuvo en el lugar preciso en el momento oportuno, y siempre junto a los grandes genios, de forma que fue absorbiendo por osmosis la personalidad de cada uno de ellos, hasta crear una especie de hibrido de todos ellos. Veamos el porqué.
Philip Johnson nace en Cleveland, Ohio, en 1906. Después de estudiar arquitectura hizo un master en historia, en la Universidad de Harvard, lo que le llevó a ser nombrado director, nada menos, que del departamento de arquitectura del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Desde esa formidable atalaya tiene la oportunidad de ir recibiendo a la mayoría de arquitectos europeos, que van dejando el nuevo continente huyendo de las dictaduras totalitarias. Conoce personalmente a Walter Gropius, y por lo tanto a la BAUHAUS, antes que la mayoría de sus colegas, salvo naturalmente Frank Lloyd Wright que va por libre.
El famoso Concurso para la construcción del rascacielos del CHICAGO TRIBUNE, que todo aficionado a la arquitectura debería de conocer, es el momento cumbre del enfrentamiento entre la moderna arquitectura europea y la americana, basada en modelos historicistas.
Finalmente se impondría el estilo Neogótico de la firma americana Hodd and Howells ante proyectos nada menos que de Gropius, Saarinen, Taut o el mismo Adolf Loos.
Johnson toma partido por los europeos y es el anfitrión, y posteriormente discípulo de Mies Van der Rohe, con el que realiza el famoso rascacielos Seagram de Nueva York, un manifiesto de modernidad, y también una obra poco conocida, que nos recuerda al Instituto de Tecnología de Chicago y que es el Edificio Baccardi de Mexico.
Y mientras que Mies está diseñando la Casa Farnsworth, Johnson proyecta su propia casa, la más famosa de todas, la Glass House, que tiene un paralelismo absoluto con la obra de Mies.
Conoce entonces a Le Corbusier, produciéndose entonces una cierta mimesis física con el arquitecto europeo, (comparten su extraño modelo de gafas) y un cierto aire entre genial y cadavérico.
Entre 1967, año en el que forma pareja con John Burgee, hasta 1989, momento de su discreta retirada, Johnson no para de construir, instalado en la modernidad del acero y el cristal. Son ejemplos: Torre Momentum (Dallas), Torre PPG (Pittsburg), Catedral de Cristal (Garden Grove), Torres Puerta de Europa (Madrid), Teatro del Estado de Nueva York…
Sin embargo, en los años ochenta, Philip Johnson se deja seducir por otra corriente europea, el Post-modernismo, que emerge como reacción al caos de la ciudad moderna y al feísmo tecnológico de vanguardias como el Archigram inglés, Sterling, o la arquitectura de Renzo Piano y Richard Rogers simbolizada en el famoso Centro Pompidou.
Esta malograda corriente curiosamente “ahistórica”- pretendiendo precisamente ser histórica- produjo imitaciones desafortunadas de estilos clásicos, y es precisamente Philip Johnson con su proyecto de la Sony Tower de Nueva York, quien ejemplifica, tal vez, lo peor de ese estilo.
Se cierra así un viaje de ida y vuelta del clasicismo a la modernidad y de la modernidad al clasicismo, siempre de la mano de las corrientes europeas, y tal vez siempre un paso por detrás. Esa es la base de nuestra duda inicial ¿Era Philip Johnson un genio de la arquitectura o simplemente, estuvo siempre ahí, en el sitio preciso, hasta que se dejó atrapar, en última instancia por el último de los “ismos” el post-modernismo?