El estudio madrileño Burgos Garrido Arquitectos ha diseñado el espacio expositivo de la feria ARCO además de la sala VIP, uno de los espacios más concurridos de la feria en estos últimos años
Este año cierra un ciclo de cuatro, en los que Burgos Garrido Arquitectos ha diseñado el espacio expositivo de ARCO. Ha sido un reto enriquecedor, transitando de lo nuevo a lo conocido, que nos ha permitido trabajar con un modelo que se afina con la experiencia, se reconstruye año tras año y se adapta a las circunstancias que ha atravesado en cada momento.
ARCO es un gran espacio público, que mantiene el carácter del bazar, pero se organiza siguiendo la geometría de la retícula. Como diseñadores de esta urbe instantánea, hemos tratado de añadir orden al conjunto de calles y avenidas para conseguir un espacio más legible donde sea fácil la orientación y el encuentro. Se ha perseguido dotar a la feria de una identidad reconocible, valiéndose de las variaciones que permite lo efímero para construir un repertorio de recursos rico en matices, manteniendo y depurando algunas estrategias como el uso del color, reglas espaciales y determinadas geometrías que facilitan el control de los flujos, los ritmos y el ruido. El mayor logro de estas estrategias ha sido quizá ganar los grandes espacios comunes, tan necesarios para equilibrar la intensidad de la visita a las galerías con espacios para favorecer el paseo, el intercambio y la charla casual.
ARCO en esta edición se celebra a sí misma. La feria cumple 40+1 y este aniversario llega con una necesidad de encuentro más fuerte y más entusiasta que en cualquiera de las entregas anteriores, lo que viene a revalidar la idea de que la feria es fundamentalmente un gran espacio para la reunión colectiva. Esta nueva coyuntura transformará una vez más el eje principal, espacio natural de los encuentros, que enlaza los pabellones y las calles de esta pequeña ciudad que es ARCO.
Lo extraído
Es el componente fundamental de un paisaje cercano lo que desplazamos a este interior. Sin embargo, este conjunto de roca ya no formaba parte del paisaje tal y como de manera intuitiva lo imaginamos.
Las piezas son parte del depósito de descartes de una cantera, así que, a pesar de que evocamos la montaña o el origen primitivo de la piedra, no perdemos de vista esta condición. Entendemos que este rescate, repara de alguna manera su condición de elemento descartado, casi de ruina, que a pesar de todo conserva la cualidad de lo imponente del mundo natural en bruto. Reivindicamos así la idea de permanencia que viene aparejada a la roca.
Recuperar el material de su abandono le da una nueva dimensión inesperada. Retiene además en este tránsito cierta belleza y un propósito remanente. Lo convertimos en una suerte de documento objetivo de la naturaleza y al tiempo contiene algo de abstracción de ella misma.
Lo construido
La instalación prescinde de la arquitectura, pero construye un espacio. El conjunto de rocas crea una topografía insólita y efímera, que sin embargo se expone casi como un monumento a la desaparición. Su presencia en el lugar activa la memoria de otro paisaje. Uno que en realidad desconocemos, pero somos capaces de evocarlo.
Este pequeño territorio de ficción transita de lo masivo a lo escultórico o lo poético, y nos remite a la idea de lo clásico o lo primitivo. Es un paisaje fugaz y en pocos días será desmontado, pero se ancla sin embargo a la capacidad de trascender de la piedra e invita al visitante a trascender y aplicar una determinada mirada sobre su relación con la naturaleza.
El conjunto responde a su propia lógica, presentando determinadas tensiones, destinadas a ser resueltas o exploradas por el paseante. La disposición de sus elementos permite un recorrido interior, ahondar en la experimentación física, sumergirse en la materialidad de lo natural bajo una atmósfera artificial.
Lo transitado
El tránsito por este paisaje revela el magnetismo romántico de la montaña. La cercanía y la escala de las rocas permiten un acercamiento que posibilita la observación detenida y quizá más privada, que atrae al tacto y permite medirse o confortarse con la piedra.
Se busca el sentimiento de la montaña como experiencia casi subversiva, considerando lo teatral del ambiente. Es la constatación del poder de lo natural. Incluso cuando forma parte de una ficción efímera, guarda su carácter imponente y retiene su característica de lugar al que acudir y explorar, aun estando manipulado, desplazado y recompuesto. Este paisaje introduce al paseante en un tránsito por situaciones espaciales intuitivamente incompatibles. Desde lo artificial, dirige la mirada a la belleza de lo natural mediante la exposición de los elementos representativos de su composición primigenia.
Lo pétreo
La incorporación de un material pétreo de alta tecnología cierra el discurso de la instalación. Habiendo planteado una escena que ahonda en el poder evocador de la piedra en su estado bruto y natural, encontramos la réplica en otro elemento, que acomoda los espacios más vivideros de la sala, y está en el reverso de esta idea.
Un producto profundamente industrial, contiene todo lo que pertenece a lo pétreo. Se forma en unas condiciones extremadamente controladas y precisas, pero equivalentes al proceso metamórfico que se daría en la naturaleza para conseguir el material que estamos rescatando. Lo tecnológico preserva y subraya algunas características de su naturaleza común, como lo robusto o lo durable y aporta otras nuevas, como la geometría pura, las texturas delicadas, el brillo y la precisión de los colores.
Encontramos en estas piezas, sólo posibles por la aplicación de una tecnología con capacidad casi ilimitada, el mismo deseo de trascendencia e intensidad que nos transmite la roca primaria, en el centro de esta reflexión.
Burgos Garrido Arquitectos
Diseñador Daniel Guerra