Construido para albergar la colección y estudio del muralista mexicano Diego Rivera, el Museo Anahuacalli fue uno de sus últimas obras en donde contrasta lo pesado de sus muros con la libertad creativa al interior
Ubicado al sur de la Ciudad de México, se encuentra el museo Anahuacalli, diseñado por el muralista mexicano Diego Rivera entre los años 1933 y 1953 en una de sus incursiones a otras artes y disciplinas, en este caso a la arquitectura.
Inspirado en el concepto de Teocalli, que significa Casa de los dioses o de la energía en el idioma Náhuatl, la obra aprovecha la piedra volcánica del sitio para hacer una referencia a la arquitectura teotihuacana, ya sea con la planta cuadrada y ausencia de pasillos, o a través de los taludes y planos inclinados en el volumen inferior.
Se comenta que Diego Rivera fue asesorado por el famoso arquitecto estadunidense Frank Lloyd Wright, quien en la construcción conceptual de la arquitectura orgánica, vio con buenos ojos el usar el material local como elemento integrador de la obra con su entorno. Este principio es similar al que utilizó el mismo Wright en 1934 cuando diseño la reconocida Casa de la Cascada en Pensilvania.
Al frente del edificio se ubica una plaza dura cuadrada El edificio consta de 3 niveles, siendo el central el de mayor riqueza espacial y mayor iluminación interior, resultado de los grandes ventanales que se ubican en la fachada.
En contraste con estos elementos, se encuentra la entrada descentrada, de mucho menor tamaño franqueada por ventanas verticales esbeltas con piedra ónix que dejan pasar la luz del exterior a través de un tamiz amarillo.
Fueron varios los objetivos de rivera al diseñar y construir este edificio. Uno de los más explícitos e inmediatos fue el de albergar en él su colección de piezas arqueológicas y de arte prehispánico de culturas del centro del país, tales como la Mexica y Teotihuacana, pero también de las regiones sur y oriente como la cultura Mixteca, Zapoteca y Totonaca.
Fotografía de Christian Klugmann
A mediano plazo, el espacio central se convertiría también en el nuevo estudio de Diego, de no haber sido porque éste falleció años antes de su conclusión.
Sin embargo en largo plazo lo que Diego Rivera buscaba fue la creación de un recinto o instancia en la que los jóvenes se pudieran vincular con una vida artística en un espacio con profundas raíces indígenas y de corte popular. Se podría decir que más que evocar un templo para una deidad antigua, sería un templo para la educación y a la libertad creativa.
Diego Rivera, Juan O’Gorman, Ruth Rivera Marín y Heriberto Pagelson
Fotografías tomadas de Christian Klugmann