El proyecto, del despacho canario Box49 Estudio, está diseñado como una plataforma residual en la densa trama urbana que invade las dunas: un balcón al que asomarse un instante, tomar una fotografía y llevársela a casa como souvenir
Tacet, del latín “él calla”, “él queda en silencio”, es un término que en notación musical se utiliza para indicar que el intérprete de un instrumento o voz no debe sonar, no tiene intervención durante un tiempo considerable.
Cuando nos encargan intervenir en un espacio limítrofe al campo dunar de Maspalomas, lo primero que se siente es vértigo, luego esa sensación va remitiendo y la calma deja paso a la responsabilidad, de tal manera que se manifiesta inmediatamente y de forma natural la palabra Tacet.
El mirador de las dunas de Maspalomas estaba diseñado como una plataforma residual en la densa trama urbana que invade las dunas. Un balcón al que asomarse un instante, tomar una fotografía y llevársela a casa como souvenir, para luego abandonar el lugar. Un espacio totalmente aislado de la trama urbana, hasta tal punto que para acceder a él es necesario atravesar un hotel.
Su antiguo diseño no era acertado, una amplia plataforma elevada y asfaltada sobre las dunas, con un pretil balaustrado y blanco como protección de la diferencia de nivel que artificialmente se generaba entre el espectador y las dunas, y un centro de interpretación del campo dunar que quedaba tímidamente señalizado y oculto a la vista del visitante.
El Consorcio de Maspalomas nos encargó el diseño de este espacio y su rehabilitación, entendiendo como rehabilitación, devolver el uso que debía de tener este espacio y que nunca tuvo. Es por ello que la mejor manera que encontramos de acercarnos a este reto, era “callar” y escuchar lo que siempre está presente, la naturaleza, la ciudad, el espacio y el alma.
Realizamos muchísimas visitas antes de usar el lápiz, y experimentamos sensaciones. Tal como escribe Tadao Ando “(...) no creo que la arquitectura tenga que hablar demasiado, debe permanecer silenciosa y dejar que la naturaleza guiada por la luz y el viento hable”, nosotros nos dispusimos a escuchar.
A través de esta experiencia, comenzamos a entender que el lugar necesitaba silencio, que debíamos acercarnos a las dunas con humildad, no es necesario elevar el punto de vista de toda la plataforma para entender la majestuosidad del paisaje, comenzamos a fracturar el suelo y a escalonarlo, dirigirlo hacia las vistas con puntos más o menos elevados, hacia el sol, hacia el viento, hacia las dunas, protegiéndonos o exponiéndonos, dejamos que la naturaleza guiara el lápiz y que también nos diera las claves para la elección de los materiales.
En un ambiente tan agresivo, la elección del pavimento era una decisión clave en la intervención, necesaria para garantizar su durabilidad. Arena, viento, desplazamiento y movimiento, estos elemento fueron claves para que el adoquín sobre lecho de arena se presentase como la solución más idónea. Su diseño a base de simetrías, permitía que las bisectrices de los ángulos que forman las plataformas fueran los ejes de replanteo del pavimento, una manera sencilla de solucionar un diseño en apariencia orgánico.
Realizamos una limpieza de todo elemento accesorio, y jugando con las alturas de las plataformas (y la normativa) evitamos los pretiles que de una manera u otra hubiesen limitado las vistas del gran paisaje. El proyecto también solucionó todos los problemas de accesibilidad, diseñamos un espacio practicable en todos sus puntos.
El mirador como obra de arquitectura es tal y como haría John Cage, una obra en la que no se tocan notas, una suerte de ausencias, pero con la existencia de una partitura clara y legible, en definitiva forma ya parte de una experiencia espacial, visual, acústica y serena para el espectador.