Formar parte del terreno. CASA PLANA | Studio MK27

En los casos en los que el terreno es el factor primordial del terreno, es imprescindible que la obra se integre en él plenamente. Ese es el caso de la Casa Plana, ubicada en una urbanización de Porto Feliz, un municipio al oeste de São Paulo

El paraje es un claro despejado, rodeado de vegetación, y con una ligera pendiente orientada hacia el oeste, con amplias vistas sobre el entorno circundante, con vegetación un lago y las montañas al fondo. Estos factores condicionaron el proyecto, direccionándolo hacia un diseño preminentemente horizontal en el que el programa se extiende teniendo en cuenta pendientes, soleamiento, visuales, materialidad, etc. La casa se coloca en la zona más elevada de la enorme parcela, favoreciendo los accesos, los vientos y las vistas.

A nivel programático, la casa se estructura en un único nivel, enfatizando su horizontalidad. Se articulan dos cajas en torno a un corredor principal. Una de ellas aúna la zona de día, con cocina, comedor, gimnasio y salas de huegos. La segunda reúne la zona de noche, con cinco dormitorios con baño incluido. En los extremos del volumen total se articulan las salas de estar, a modo de esponjamiento al final de la circulación, y con un tratamiento mucho más permeable.

El aparcamiento se articula en una zona externa, mucho menos ortogonal y rígida, en torno a una pared ondulante que se desliza envolviendo al volumen principal, formada por ladrillos macizos alternados que generan una red de llenos y vacíos. El plano del suelo se prolonga en dirección al lago, generando una terraza en contacto con la piscina y con las vistas.

A nivel formal, el proyecto se compone de un plano elevado horizontal, que marca la linealidad del proyecto y aloja los contenedores programáticos. Este plano horizontal que constituye la cubierta es el que da nombre a la casa, y enfatiza cuál es el elemento absolutamente protagonista de la obra.

El elemento secundario es el citado muro ondulante que envuelve el volumen de la casa por tres de sus lados, entrando y saliendo del plano de la cubierta. Este muro se diferencia claramente de los muros de la vivienda al no entrar en contacto con la cubierta, transmitiendo cierta sensación de “desconexión”. Su objetivo no es delimitar una estancia más de la casa, sino envolverla en su transición entre el “dentro y fuera”, creando interesantes espacios intersticiales con sus ondulaciones y con su carácter más permeable, para conseguir una protección de la casa a la calle.

Respecto a la estructura, el plano es un forjado rígido soportado directamente por los muros y los pilares, que se disponen en torno a la estructura del programa. Estos pilares son metálicos con sección cruciforme, un claro gesto de alusión a los esbeltos soportes de las casas de Mies va der Rohe, tales como la Villa Tugendhat.

La materialidad es un aspecto fundamental en este proyecto, debido a su pretensión de integrarse en el entorno. Destaca la presencia del hormigón en el amplio plano de cubierta, pero también el empleo discreto de los muros de ladrillo macizo de la vivienda, y muy especialmente el de ladrillo generando macizos y huecos, que aporta mucha personalidad y tradición al proyecto. Aparecen también grandes cristaleras de vidrio, que diferencian las zonas de ámbito más público de las más privadas. Por último, cabe destacar el papel de la madera en los paramentos verticales interiores, aportando calidez a la casa en un adecuado contraste con el hormigón.

Y, sin embargo, el material más característico de esta obra se haya en su impresionante cubierta vegetal, que es realmente el alma del proyecto y el recurso que realmente apela al vínculo entre la casa y el entorno. Con esta cubierta, la casa no pretende simplemente relacionarse con el entorno, sino ser una pieza participante de él. Cuando se observan las fotografías aéreas, el espectador observa la interminable cubierta verde como una extensión del prado en el que se asienta la casa, y que se prolonga hasta el lago. La experiencia personal de verse en esa plataforma debe de ser impresionante. Cabe destacar la dificultad del diseño, especialmente con la inserción de los paneles solares y tragaluces.

No obstante, cabe decir que ni la materialidad en general ni el gesto de la cubierta en particular son hechos aislados de este proyecto, sino que son el sello personal de Kogan, y pueden verse en otras obras, como la Casa Jungle o la Casa MM. Este hecho, lejos de restarle originalidad a la idea, viene a abalar su validez como un carácter personal del arquitecto que funciona perfectamente en todas sus obras.

Por último, en cuanto al interiorismo puede señalarse una selección muy estudiada y no demasiado abundante de mobiliario de madera, con alturas bajas y líneas sencillas que enfatizan la horizontalidad la horizontalidad del proyecto. Destacan piezas de importantes marcas y diseñadores, como la asturiana Patricia Urquiola.

En definitiva, se puede concluir que los aspectos más relevantes de esta obra son su planeidad horizontal, sus líneas sencillas, su relación entre interior y su mimetismo con la naturaleza, aspectos que se observan en el larguísimo plano de cubierta, en la sencilla distribución del programa, en el muro ondulante que abraza la casa y la direcciona hacia el lago, el juego de la luz con sus aberturas, la sutileza de los materiales, las cristaleras de las salas de estar que se abren y cierran completamente permitiendo generar una extensión de las terrazas, y muy especialmente el ajardinamiento de la cubierta, del mismo verde exacto que el prado. Por todo ello, es este un proyecto de perfecto diálogo entre obra y entorno.

Arquitecto: Marcio Kogan 

Coarquitecto: Lair Reis

Interiorismo: Diana Radomysler

Fotografías de Fernando Guerra