Ignazio Gardella, paradigma del racionalismo italiano

Los primeros proyectos del arquitecto italiano Ignazio Gardella se enmarcan dentro de la estética racionalista más ortodoxa, consiguiendo con el dispensario antituberculoso de Alessandria una de las obras maestras de este movimiento

Dentro de la dilatada trayectoria profesional de Ignazio Gardella (1905-1999), destacan sus primeras realizaciones, adscritas al racionalismo. Una de sus primeras obras, la iglesia del sanatorio Vittorio Emanuele III, en Alessandria, muestra la descomposición del volumen en prismas yuxtapuestos. De todo el conjunto, sobresale la torre del campanario, reducida a un esqueleto estructural de vigas y pilares.

En uno de sus proyectos emblemáticos de los años treinta, que no llegó a construirse, la torre para la plaza del Duomo de Milán, de nuevo un entramado estructural delinea el volumen total que envuelve y alberga en su interior un gran prisma masivo, contundente gracias a su potente aplacado.

La gran obra maestra de este primer periodo es, sin duda, el dispensario antituberculoso (1933-1938) de Alessandria. Producto de una época, se suma a otros referentes paradigmáticos de esa misma tipología dentro de la arquitectura moderna, como son los ejemplos de Duiker, Aalto o Sert.

Resuelto en dos plantas y semisótano, la funcionalidad viene determinada por la disposición centrada de la sala de espera. La terraza rompe drásticamente el volumen y mejora, con su perímetro dentado, la iluminación de los espacios interiores.

El edificio posee una enorme sobriedad, en una composición que favorece la visión de la fachada frontal, orientada a sur, en detrimento de las restantes, resueltas de manera muy abstracta a partir de vanos y perforaciones en los muros, especialmente los testeros.

Los recursos compositivos empleados en el acristalamiento de la fachada se basan en un juego de contrarios: espacios ciegos frente acristalados, ventanas alargadas frente a bloques de vidrio, superficies lisas frente a muros texturados, bien por el juego del ladrillo, bien por la disposición del pavés entre grandes.

El color ayuda a reforzar esos contrastes, gracias al amarillo de las losas de forjado, el rojo del ladrillo cara vista o el blanco de los paramentos ciegos. Junto a ellos, las partes acristaladas y los huecos dejados por el aparejo del ladrillo desmaterializan los cerramientos, introduciendo reflejos y dejando ver el interior.

La ruptura de la caja, aunque se muestra patente en el retranqueo del cerramiento, dejando vistas las losas de los forjados que ayudan en la protección solar de las superficies acristaladas, se hace evidente en la terraza. El entramado estructural y la superposición del plano calado de cierre, desalineado con respecto a los muros, refuerzan esa idea.

La horizontalidad del volumen, remarcada por las ventanas alargadas, las franjas acristaladas y los cantos de los forjados, contrasta con la verticalidad interior que introducen las escaleras y sus montantes continuos. La característica más sobresaliente de los espacios interiores es su iluminación, con zonas de visuales directas del exterior y áreas tamizadas o traslúcidas.

A partir de los años 40, la obra de Gardella intentará generar un diálogo entre la modernidad, la tradición y la construcción popular, con proyectos como la casa para un viticultor, en Castana, o la capilla de Varinella, poniendo punto final a la ortodoxia de su racionalismo.

Fotografías de Gianluca Giordano