Kipara Té, la etnoaldea turística Emberá, nos muestra que cuando se une la tradición reflejada en el área constructiva, los materiales, la arquitectura, el paisajismo y el estilo de vida, junto con avances tecnológicos, tales como las energías limpias, el tratamiento de materiales, las técnicas constructivas, y el diseño, es posible obtener una pieza de arte, que expresa con ahínco la belleza de una cultura, pero se oculta en medio de su entorno, siendo el resultado de la reinterpretación del hábitat indígena y del trabajo participativo de la comunidad
En la actualidad existen diferentes definiciones acerca de que es el ambiente; en particular me quedo con la que expuso uno de los principales inspiradores del pensamiento ambiental en Latinoamérica Augusto Ángel Maya en su libro El reto de la vida, pues ve el concepto de forma holística, llegando a la conclusión que el ambiente son las interacciones entre ecosistema y cultura. Hoy en día por diversas razones, el aporte que el ser humano genera en esas relaciones deja mucho que desear y pensar. Sin embargo, existen ciertas comunidades que desde sus orígenes viven en sinergia con su entorno, generando una relación estrecha con los elementos sagrados y fundamentales para su cultura.
Junto al río Chorí, en medio de la selva de Nuquí, Chocó -una de las regiones más biodiversas del mundo- se encuentra el resguardo indígena de Puerto Jagua, cuya comunidad históricamente se ha localizado junto a cuerpos de agua, debido al valor cosmogónico que tiene, su aporte en la obtención de recursos naturales y su ayuda como vía de transporte. Los Emberá Dobidá -así conocidos pues significa gente del río en la familia lingüística Chocó- son un ejemplo que lo básico es la verdadera forma de vivir. Buscan junto con la Oficina Suramericana de Arquitectura, Dorado Asociados y Conguadua que los turistas puedan experimentar su estilo de vida, la tranquilidad y el sentido de comunidad que viene con él.
Kipara Té, la etnoaldea turística Emberá, es el resultado de la unión del conocimiento ancestral de la población y las técnicas actuales, en donde la arquitectura nace de la reinterpretación del hábitat indígena y del trabajo participativo de la comunidad. Los 496 metros cuadrados construidos vecinos al asentamiento, plasman la forma de vida rica en tradiciones del pueblo, entendiendo la cultura, el día a día y los elementos físicos, biológicos y sociales de sus inspiradores.
El conjunto alberga dentro del programa la zona de check-in, el tambo jerárquico, tres tambos de alojamiento, dos tambos de zonas sociales, la cocina, los baños, la zona de captación de aguas de reuso y la zona de páneles fotovoltáicos. De éstos resaltan dos componentes: la pasarela y el tambo principal. La primera inicia desde un camino que conecta con el río en el suroriente, y continua por todo el proyecto, atravesando el segundo elemento, hasta su culmen en una escalera en el noroccidente. Ésta permite proteger los diferentes recintos de las posibles inundaciones, da la flexibilidad necesaria para que el diseñador juegue con los diferentes niveles y alturas, y se camufla en puntos estratégicos con la vegetación para que ésta sea la protagonista del lugar.
Por su parte el tambo principal se encuentra en la zona más elevada del terreno y de él se distribuyen de forma radial la mayoría de las zonas de permanencia secundarias. Las mismas se disponen a una mayor altura que la plataforma elevada, con el fin de que el usuario perciba el espacio de igual manera que al entrar en una vivienda del asentamiento. Asimismo, los espacios de alojamiento se conectan a los sociales como eco de la forma de habitar de la comunidad.
Kipara Té nos muestra que cuando se une la tradición reflejada en el área constructiva, los materiales, la arquitectura, el paisajismo y el estilo de vida, junto con avances tecnológicos, tales como las energías limpias, el tratamiento de materiales, las técnicas constructivas, y el diseño, es posible obtener una pieza de arte, que expresa con ahínco la belleza de una cultura, pero se oculta en medio de su entorno.
Oficina Suramericana de Arquitectura, Dorado Asociados S.A.S, Conguadua
Escrito por María Carla Flórez Jiménez desde BOGOTÁ D.C.
Fotografías de Tomas Botero