Hay países que podrían considerarse geográficamente periféricos y que sin embargo han estado históricamente, y lo siguen estando en la actualidad, en el epicentro de las corrientes culturales.
Es el caso de Chile, un país con una larga tradición de arquitectura de calidad, que visité varias veces, allá por los años ochenta, de la mano del arquitecto Beto Eliash y del siempre energético Cristian Boza. Pero, además de estar perfectamente conectados con el mundo y los circuitos de la moda arquitectónica, los arquitectos chilenos, tal vez por el sosiego que comunica ese país, sorprenden por la profundidad de sus propuestas y por la calidad de sus acabados, lo que les emparenta sin duda con sus colegas del otro confín periférico, los arquitectos nórdicos.
En este artículo reseñamos, dentro de la serie de Iglesias contemporáneas, una obra del arquitecto Cristian Undurraga. Hablamos tal vez del mejor representante de la generación de profesionales nacidos en la década de los 50 y que ha dado paso posteriormente a arquitectos tan notables como Mathias Klotz o exitosos como Alejandro Aravena.
Undurraga, reconocido desde sus primeros años profesionales, tras su paso por la prestigiosa Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica, ganó en 1991 con su proyecto "Casa del Cerro" el Premio internacional de arquitectura Andrea Palladio.
La obra que nos ocupa es su proyecto para la Capilla Auco, conocida también como la Capilla del Retiro. Situada en un paraje andino, junto al Santuario de Teresa de los Andes y el Monasterio Carmelita de Auco, la Capilla del Retiro se alza muy cerca de la casa de huéspedes que aloja a los peregrinos que buscan la paz necesaria para su espíritu.
El proyecto de Undurraga denota una especial sensibilidad, tiene una gran carga metafórica y el espacio resultante seduce e invita a la meditación.
La idea es tan simple como potente. Se trata de generar una caja interior de recogimiento tan pesante y oscura como ingrávida. Una contradicción que produce un notable efecto en el ánimo del visitante. La solución, soportar el peso de la caja sobre unas vigas de gran canto, en forma de cruz, que consiguen liberar todo el perímetro de apoyos.
Como la capilla está ligeramente excavada, no se ven esos apoyos de las vigas, por lo que la sensación de que todo el volumen construido flota sobre uno es absoluta. Se provoca así un especial sentimiento de misticismo y elevación.
La Capilla del Retiro de Undurraga, por su potente sencillez, podía perfectamente sumarse a la lista de espacios religiosos mágicos, mas propios tal vez de la tradición Zen que de la propiamente cristiana. Una lista que encabezó Tadao Ando con sus capillas, la de la Luz y la del agua.
La obra ha sido merecedora del Premio Internacional de Arquitectura Sacra que entrega la Fundación "Frate Sole" en el año 2012.
© Fotografías Sergio Pirroni