El proyecto de rehabilitación de CRÜ studio, que convierte unos antiguos lavaderos en vivienda, resuelve de una manera sencilla y orgánica todo el programa de la vivienda manteniendo el vaciado de los patios, consiguiendo el asoleo y las ventilaciones de cada pieza
Fotografía de Adrià Goula
La Clara es una fisura en cota urbana que se estira hasta las entrañas de un interior de manzana anárquico que resiste a la realidad exterior gracias a sus propias leyes vecinales. Al sanear la testa posterior de obra de fábrica se podía leer la palabra ‘lavadero’, espacios de colada públicos que brotaron en Barcelona durante el siglo XIX y parte del XX, levantados en las intersecciones de los torrentes que bajaban de Collserola.
Estos lavaderos fueron significativos a dos niveles –uno deliberado y el otro genuinamente reactivo–: funcional y social. Se materializaron como espacios capaces de resolver la problemática de la colada en las ciudades, al tiempo que se convirtieron en los primeros espacios públicos de encuentro y de interacción exclusivamente femenina.
Fotografías de Ester Delgado
El proyecto se preocupa de hacer permanecer esta sustancia impregnada en las paredes existentes: el deseo de encuentro y chafardeo, la fricción invisible entre el exterior y el interior; y el olor a jabón industrial.
Fotografía de Adrià Goula
El encargo de Clara y Alan venía maltratado por un montón de condicionantes herencia de un primer encaje. La primera decisión fue laminar y separar capa a capa todos los impositivos de este encaje, para analizarlos individualmente y después como parte del todo.
Fotografía de Adrià Goula
Resultado de este análisis fue mantener el vaciado de los patios: un primero que dividía el espacio público en contacto con la fachada y el acceso, de la burbuja de espacio privado que se esconde tras la intimidad que ofrecía esta primera secuencia de espacios. Un segundo patio de dimensiones más reducidas permite una subdivisión similar en dos habitaciones y un baño dentro del espacio privado.
Fotografías de Adrià Goula
Con estos dos gestos se consigue resolver de una manera sencilla y orgánica todo el programa de la vivienda, que se acopla alrededor de estas dos vértebras para conseguir el asoleo y las ventilaciones de cada pieza. En la primera planta se despliega el programa de la habitación principal ocupando todo el espacio disponible, aislándose de la circulación de las escaleras con unas divisorias móviles de hierro y policarbonato.
Fotografías de Adrià Goula
El esquema es tan elemental que puede leerse diagramáticamente como el programa va aumentando en privacidad a medida que penetra hacia el interior.
Fotografía de Adrià Goula
Dentro de este degradado programático, los dos espacios de carácter más público (estudio y living) colapsan en el primer patio mayor en escala y en funciones. Ambos están obligados a convivir con esta transparencia prolongada que ofrece el patio, ayudados por un salto topográfico que sofoca la contaminación visual entre ellos.
Fotografía de Adrià Goula
Se genera una pecera para hacer de chicle y corredor entre el estudio y el living. Esta pieza se estira, su altura se comprime a mínimos y se hace transparente para desaparecer en el contexto que formalizan el nuevo patio, el edificio plurifamiliar y las construcciones que se asoman por el patio de manzana.
Fotografías de Adrià Goula
En el resto de preexistencia se mantiene absolutamente todo como eje vertebrador y generador de proyecto. El estado precario de algunas cubiertas obligan a rehacer la zona de las habitaciones de planta baja y parte de la cubierta del living –así como la pecera–, donde se utilizan techos colaborantes soportados por cerchas y perfiles metálicos, por cuestiones de economía y estética de obrador, que evoque lo que podría ser un lavadero contemporáneo.
Fotografía de Adrià Goula
La materialidad se resuelve desde la estética de la desnudez y lo inacabado.
Fotografía de Adrià Goula
Se desvisten todos los paramentos y escaleras existentes para exhibir sólo las vísceras, para recuperar el tufo a jabón y los chismes. Un continuo de hormigón fratasado cubre homogéneamente toda la solera, indistintamente en el interior y en el exterior. En la planta primera se coloca una rasilla manual tradicional para disminuir las cargas del forjado existente. Unas carpinterías de aluminio intentan romper el puente térmico existente en los cerramientos exteriores.
Fotografía de Adrià Goula
En el living, sólo se levanta un objeto que por materialidad, geometría y quietud pertenece tanto al lugar que parece un altar en un presbiterio, con un telón de fondo de chapa de hierro cruda que esconde las intimidades de la cocina. Y el resto, sólo más materiales francos que hablan sobre la crudeza efervescente de este lavadero.
Construccions Rovian
Fotografías de Adrià Goula, Ester Delgado
Estan hermosos los espacios pero lo siento frío quizás le falta mas personalización y madera