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La otra dictadura

La otra dictadura: Artículo de opinión del arquitecto José Manuel Sanz para Arquitectura y Empresa

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La otra dictadura: Artículo de opinión del arquitecto José Manuel Sanz para Arquitectura y Empresa

La otra dictadura: Artículo de opinión del arquitecto José Manuel Sanz para Arquitectura y Empresa

Desde hace mucho tiempo, el mundo, me refiero a las personas, sueña con desterrar las dictaduras.

Creemos Identificar fácilmente la dictadura política con aquella imposición sobre la voluntad de las personas desde instancias de poder de cualquier signo, que conculca derechos irrenunciables.

Todos tenemos en la memoria ejemplos lejanos o cercanos.

Su antónimo es la democracia representativa, que otorga a las personas y grupos las decisiones legislativas y en última instancia ejecutivas, en función de la representación otorgada por los ciudadanos a través de elecciones libres.

Desde el punto de vista político, casi todos los países más avanzados del mundo han conseguido, con diferentes matices, superar esa lacra y dotarse de una estructura democrática en las decisiones.

Sin embargo deberíamos prestar atención a otro tipo de dictadura de facto de la que no solo no hemos conseguido liberarnos sino que gobierna sobre nuestras vidas casi sin oposición y dicta o influye de manera decisiva la mayor parte de las decisiones políticas. Es una dictadura real, por más disfrazada que esté de liberalismo. Sus resultados, como luego recordaremos, son devastadores.

Me refiero a la dictadura del poder económico como valor supremo del mundo, por no decir único, ante el que no pueden ni credos ni organizaciones ( el fracaso de la ¨cumbre” del Clima de Madrid es un ejemplo reciente) y ante la que tantas veces se resienten los valores esenciales del ser humano y su propia subsistencia.

Porque al margen del gran problema del cambio climático, que está poniendo en peligro con signos claros a las futuras generaciones, tenemos cerca y en lo cotidiano otras consecuencias de ese valor “supremo” del mercado y del poder sin contestación de lo económico.

Preocupan y con razón las (futuras) consecuencias (económicas) de ese cambio climático y se realizan sonoras “cumbres” para dejar constancia de que la mitad más poderosa del mundo no está dispuesta a hacer nada (por ahora) para evitarlo. Lo harán, no lo dudéis, cuando les comience a suponer gastos y pérdidas en negocios. Tal vez, entonces, sea tarde.

Sin embargo el gigantesco tema de la emigración que afecta HOY a millones de personas no parece suscitar la misma atención. Los tímidos amagos de reuniones internacionales no son sino vergonzosas muestras de falta de voluntad y de egoísmo de los países para solucionarlo, pese a que, hoy por hoy, los estragos, muerte y sufrimiento sin tino que se producen entre los refugiados superan en mucho a las consecuencias que provocan dichos cambios en el clima del planeta.

Pero los refugiados, “cometen uno de los grandes pecados de nuestro mundo”: en lugar de producir beneficios, producen gastos e incomodidades que solo actitudes decididas, valientes y generosas podrían resolver. Los países (unos más que otros) miran a otro lado, e incluso dificultan las labores a las ONGs, de quien reciben la única ayuda.

La despoblación de los campos y los pueblos, del mundo rural en general, se produce ante la indiferencia del poder político y económico (o sea del poder). Un agricultor apenas percibe una décima parte de lo que el consumidor paga por un producto agrario. Un entramado de intermediarios, solo en parte justificados, acaba con cualquier expectativa de beneficio y crecimiento. Nadie quiere embarcarse en esa vida. El medio rural lo sostiene a duras penas una población escasa y mayoritariamente anciana. Los pueblos se quedan vacíos, con suministros difíciles, sin médico, sin farmacias, sin escuelas y por tanto sin niños y por tanto sin futuro. Existe la amenaza latente de que los campos se queden sin trabajar. Se pierde el patrimonio construido y los paisajes. Esto ya es un drama y lo va a ser mas en los próximos años. Pero el medio rural ha cometido “otro de los grandes pecados”. Ser una manifiesta minoría a la hora de votar y a la hora de enfrentarse a quienes les imponen tan lamentables condiciones.

La otra dictadura: Artículo de opinión del arquitecto José Manuel Sanz para Arquitectura y Empresa

Algo parecido está ocurriendo con los científicos, las profesiones liberales y el mundo universitario en general. Durante el último tercio del siglo pasado - y la tendencia ha seguido-todas las familias tenían como objetivo que los hijos estudiaran en la Universidad. Eso ha dado lugar ya a dos generaciones en las que conviven su excelente preparación y una frustración enorme pues “el mercado”, siguiendo “sus sagradas normas”, se ha aprovechado del exceso de demanda para explotarles miserablemente con sueldos bajísimos, todo ello después de estudiar unas carreras, normalmente duras, de varios años. Ya he denunciado aquí que en algunas universidades públicas no solo se paga muy mal al profesorado contratado sino que se están utilizando como “mentores en prácticas” a jóvenes titulados, para cubrir la necesidad docente, de manera totalmente gratuita y sin contrato de ningún tipo, lo que no solo es una explotación sino , a mi juicio, un delito.

La política, en el caso de España al menos, ciega y sin visión de futuro, atenta solo a “sus urgencias contingentes”, no ha detectado este trascendente problema y ha dado la espalda a la formación profesional, de modo que aparentemente “sobran” profesionales universitarios en casi todas las disciplinas y faltan por todos los lados profesionales capacitados en todos los oficios. Los pocos que contradicen la regla tienen hoy unas perspectivas económicas muy por encima que la mayoría de los profesionales formados en la Universidad.

Lo mismo podemos decir de la investigación científica y técnica. Con gente muy preparada, los presupuestos de I+D en nuestro país son proporcionalmente muy bajos en relación a los países de nuestro entorno.

Unos y otros, profesionales, artistas y científicos han encontrado solo en la emigración una salida personal. Según el informe CYD de 2018, el 91% de nuestros emigrantes tienen formación universitaria. Sólo en 2017 se marcharon 76.197 personas. Tampoco sus votos parecen tener suficiente peso específico, sobre todo teniendo en cuenta las enormes dificultades que tienen para hacerlo desde donde residen.

Podría seguir con muchos otros ejemplos, seguro que los que lean estas notas los tendrán en la cabeza.

Yo soy defensor de la iniciativa privada y de la competencia en la medida que incentiva la imaginación y mejora la calidad de lo que hacemos, pero es necesario que se legisle para establecer límites de justicia que garanticen que el esfuerzo de la preparación y el estudio que le hemos pedido a nuestros hijos no acabe en el paro o la emigración como única alternativa digna. Es como si les estuviéramos diciendo a gritos que no ha merecido la pena esforzarse. Terrible ejemplo para las nuevas generaciones.

Se necesita ayudar a los jóvenes que a pesar de todo quieren seguir en nuestro país. La inmensa mayoría de las parejas necesitan el trabajo de ambos para subsistir. ¿Se han enterado nuestros políticos del enorme cambio social que se ha experimentado? ¿Dónde están las guarderías y las ayudas a los jóvenes que quieren tener hijos? ¿Pueden con sueldos (si tienen suerte) mileuristas, pagar viviendas carísimas, y guardería para los niños? ¿Puede extrañarnos el desplome de la natalidad? ¿y el futuro de las pensiones?

La dictadura del mercado no va a resolver esto. Irá a peor. Tampoco subiendo el salario mínimo por más que pueda solventar algunas situaciones angustiosas para un sector de la población.

Hacen falta políticas ambiciosas e imaginativas que mejoren la educación y la formación básica con perspectivas más amplias; que relancen la investigación y el desarrollo en nuestro país; que aumenten la capacidad de nuestras empresas de ser competitivas en el panorama internacional. Que ayuden a renovar con medios eficaces las expectativas del medio rural. Que incentiven el arte, la cultura, las ideas (que las tenemos) y el diseño en general que diferencia la producción industrial en el mundo.

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Que establezcan límites salariales ineludibles para los profesionales, evitando su explotación, tras una crisis que ha ensombrecido sus ilusiones y su futuro.

Sé que todo esto es casi utópico y mucho más con el convulso y bronco panorama político que se presenta.

Tal vez por eso habría que empezar por pedir a los Reyes Magos, que nos trajeran un poco de concordia y que recordaran a los que nos representen y gobiernen, que España y los españoles somos mucho más importantes que ellos.

¿Es mucho pedir? ¡Los españoles, en general, hemos sido buenos!

José Manuel Sanz

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