Incluidos en nuestro imaginario arquitectónico y costumbrista, los hórreos asturianos guardan muchos secretos no sólo entre sus 4 paredes, sino también en su historia y su evolución a lo largo del tiempo
A través de la miniserie documental “L’Horru”, de apenas cinco capítulos llenos de historia, Jaime Santos Álvarez y Rubén M. Castellano, directores de la misma, buscan sacar a la luz el maravilloso y desconocido mundo del hórreo asturiano.
Imagen de la miniserie documental “L’Horru” de Jaime Santos y Rubén M. Castellanos (© RTPA)
Dicen los propios directores que los hórreos se pueden definir de manera tan sencilla como elegante mediante la siguiente frase: “Un hórreo es un cesto que se reconvirtió en templo”. Un total de diez palabras cargadas de significado y que buscan dar una explicación a la historia de uno de los principales símbolos del pueblo asturiano.
Posiblemente sea más complejo encontrarnos con uno de estos iconos de la cultura asturiana en sus principales ciudades ya que, al igual que ocurre con el resto de metrópolis de la geografía mundial, lo más impactante no son las pequeñas construcciones, sino las grandes catedrales, palacios y edificios que forman el tramado urbano de dichas ciudades. Sin embargo, cuando nos adentramos en pueblos del principado, la atención recae sobre estas particulares estructuras elevadas sobre 4 soportes, tradicionalmente de madera, que se multiplican en un número casi igual al de las casas que pueda haber en el pueblo o aldea visitado.
Hórreo construido en la costa asturiana (© elblogdeacebedo)
Si echamos la vista atrás, el hórreo tiene sus orígenes en el siglo XVI, pero más que estar asociado a la cultura popular o a los trabajadores y campesinos, el hórreo está asociado a los burgueses. Según se explica en esta maravillosa miniserie documental, esto se debe a que los burgueses eran los únicos con el suficiente dinero y las tierras lo suficientemente grandes como para poder llevar a cabo tamaña construcción. Por ello, en contra del imaginario actual en el que los hórreos están plenamente asociados al campesinado, en el siglo XVI estas peculiares construcciones se ubicaban en los huertos de los monasterios y las casas de los nobles.
Según indican los directores de “L’Horru”, un siglo después, en el XVII, entran en escena las paneras, cuya diferencia principal con el hórreo es la capacidad, ya que las paneras pueden contar con hasta 6 o más pegollos y una cumbrera horizontal para que la cubierta a cuatro aguas la cubra al completo. Estas paneras surgen por un motivo meramente especulativo, ya que se convierten en cajas fuertes para guardar el trigo que se recauda a modo de impuesto en un Estado asediado por las deudas del Imperio Español.
Elementos que componen el hórreo y diferencias entre hórreo y panera (© LaNuevaEspaña y Elblogdeacebedo)
En los siglos posteriores, el hórreo pasa a alcanzar un protagonismo dentro de los movimientos como el nacionalismo romántico, que lo convierte en un icono de la Asturias agraria, quedando patente su simbolismo a través de las fastuosas decoraciones barrocas que comienzan con la desaparición de los gremios y el arranque de la revolución industrial.
Con el avance de la revolución industrial y el crecimiento de las ciudades, las paneras aumentan de tamaño y número en ciudades como Gijón, Oviedo o Avilés, ya que debían de abastecer a toda la ciudad de alimento a lo largo del año.
Panera de 27,00 x 8,00 metros ubicada en Grao (© La Voz de Asturias)
Pero a pesar de su protagonismo y relevancia en la cultura popular asturiana, la realidad es que no existe persona o institución a cargo de lo que podríamos considerar como uno de los bienes patrimoniales más importantes del Principado. No se sabe el número exacto de hórreos que quedan en pie después de estos 500 años de historia, pero son muchas las voces que están intentando ponerlo en valor y que quieren, y también reclaman, hacer un catálogo de todos ellos para darles el valor que realmente merecen.
Lo más próximo a una catalogación institucional seria es la elaborada por el Concejo de Villaviciosa, que recoge los datos de la fecha, propietario, estado de conservación, talla y nombre de carpintero de aquellos hórreos que se encuentran entre sus límites.
Ficha de un hórreo en el catálogo de la Fundación José Cardín Fernández (© fundacióncardin.com)
En la actualidad siguen existiendo casi 50 talleres de carpinteros, en muchos casos sobrepasados por el abrumante número de peticiones recibidas, que se dedican tanto a la construcción de hórreos y paneras nuevas, como a la rehabilitación de las existentes. Son los propios carpinteros los que indican que el proceso productivo de un hórreo no es rentable a día de hoy debido a la extensión en el tiempo del mismo.
Rodaje de la miniseries documental “L’Horru” (© asturies.com)
Las primeras decoraciones de los hórreos están ligadas a la espiritualidad de proteger la tierra y el alimento, tal y como indican los símbolos celtas que decoran sus paredes, lo que muestra la profunda relación con la tierra y la energía de las gentes que vivieron hace siglos en el norte de la península. Esta decoración, al igual que el vínculo con la naturaleza, ha variado desde las primeras construcciones, quedando patente en la decoración de estas maravillosas estructuras de madera y piedra que, al igual que la sociedad, sufrieron un proceso de industrialización que las volvió algo más frías y alejadas de su propia historia.
Simbología celta tallada en la colondras (© Alisa Guerrero)
La suma de todos estos elementos, y en definitiva de toda su historia, hace que los hórreos deban ser, a ojos de todos, considerados con un templo agrario, una construcción que merece ser valorada y protegida para preservar la identidad de un pueblo de firmes tradiciones y convicciones.
Fotografías de RTPA, asturies.com, La Nueva España, el blog de acebedo, La Voz de Asturias, Fundación José Cadrín Fernández y Alisa Guerrero