Este bloque de viviendas en Montpellier nace del raro encuentro entre un arquitecto, Édouard François, y un promotor privado, sobre una parcela de voluntades. Voluntad de otras cosas, de materia, de usos, de placer, de efemeridad y de sentido.
El proyecto podría haberse llamado “El balcón en todos sus estados”: balcón-jardín para comer, numerosos, entre amigos. Balcón-cabaña colgada-en-medio-de-los-árboles, para un tête-à-tête más íntimo. Balcón-mirador para explorar, curiosos, las frondosas cimas de los árboles. Balcón-terraza para imaginar la vivienda individual. Pero se llama “L'immeuble qui pousse” (El edificio que crece).
Una mañana, mientras manipulaba guijarros, rejas y hormigón, el arquitecto inventó una epidermis viviente. Tenía que crecer. Se dispusieron sacos de tierra y de plantas detrás de los guijarros. Se regaron los bloques de tierra vegetal fertilizada. Se sembraron todos ellos gracias a la ayuda de alpinistas. Se dispuso un sistema de riego automatizado en las fachadas.
El edificio crece. Lentamente. Su epidermis se ha convertido en un biotopo. El agua se deposita entre los intersticios, se forman algas que posteriormente mueren, se crea musgo y de se desarrollan hierbas que colonizan el terreno. Por aquí y por allá se empieza a apreciar la transformación.
Este proyecto ilustra una campaña del Ministerio de Cultura y Comunicación Francés para el fomento de la calidad arquitectónica.
La maqueta y los dibujos forman parte de las colecciones del CNAC Georges Pompidou.
Autor: Édouard François Architectes
Emplazamiento: Montpellier
Superficie: 5.200 m²
Presupuesto: 4,8 M €
Fotografía: Édouard François, Anna & Eugeni Bach