El plan perfecto contra la rutina arrolladora: entregarse, aunque sea por unos días, al estilo de vida conventual
Los monasterios y conventos reconvertidos en hospederías nos proponen desconectar en la serenidad de sus patios porticados o sus corredores silenciosos y austeros. Gruesos muros de piedra para refugiar el alma temporalmente. Mandan el sosiego y la contemplación.
Monastério de Santa Marinha de Costa, Fernando Távora, 1985
En la década de los 80 Portugal inició un programa que promovía el reaprovechamiento de edificios patrimoniales como alternativa hotelera. Espacios protegidos y de incuestionable valor arquitectónico que, debido al descenso de la comunidad monástica, necesitaban un cambio programático que fomentase su uso y evitar así que se viesen reducidos a bonitas ruinas piranesianas. Los edificios, incluso los más extraordinarios, son concebidos para cobijar una actividad y dar servicio a la comunidad, no son un fin en si mismos. La ausencia de usuarios es la lacra de los espacios patrimoniales. Al dejar de contribuir al desarrollo de la sociedad, edificaciones que fueron antaño símbolos de su tiempo corren el riesgo de desaparecer olvidadas.
Monastério de Flor da Rosa, Carrilho da Graça, 1995. Fotografía de Luis Ferreira Alves
Convento das Chagas, Castelo Alcácer do Sal, Diogo Lino Pimentel, 1999. Fotografías de Luis Nobre Guedes
Intervenir el patrimonio cultural es una cuestión tan delicada como compleja y es común que este tipo de actuaciones se vean envueltas en exaltadas polémicas. A la dificultad técnica se suma el vínculo emocional que estos edificios tienen con la comunidad de la ciudad en la que se encuentran. Son emblemas identitarios y testigos históricos de la memoria del lugar. El cuidado con los elementos de conexión entre la construcción antigua y los anexos de obra nueva necesarios para alojar servicios, es una de las claves para que el resultado sea un proyecto harmonioso y respetuoso.
Convento dos Loios de Arraiolos, José Paulo dos Santos, 1995
Parador de Santa Maria de Bouro, Eduardo Souto de Moura, 1997. Fotografía de Hisao Suzuki
Con estrategias muy dispares algunos de los arquitectos más importantes del país vecino aceptaron el difícil reto de resolver un programa de necesidades que adaptase la exigencia contemporánea del alojamiento turístico a la realidad física de una pre-existencia protegida. Posadas repartidas por la geografía lusa que tienen en común que hospedan en estancias serenas y espartanas, carentes de exhibicionismo formal y que se antojan perfectas para el verdadero descanso. Un regalo para el viajero curioso que anhela un respiro del drama de la modenidad.
Escrito por Cristina Pino desde OPORTO
Fotografías de Luis Ferreira Alves, Hisao Suzuki, Luis Nobre Guedes