Para construir mejores ciudades para nosotros y para las generaciones futuras, no basta con llenarse de buenas intenciones. También es necesario un acercamiento entre todos los agentes llamados a la acción (la Administración, las constructoras y promotoras, los arquitectos e ingenieros y las empresas de materiales de construcción, entre otros). Aunando posiciones y criterios, el paradigma de ciudad sostenible está cada vez más cerca.
Lafarge, la multinacional francesa de materiales de construcción, lleva años trabajando en esa aproximación. Además de ofrecer materiales de construcción que favorecen la eficiencia energética y un uso inteligente de los recursos naturales; la participación en foros, grupos de trabajo y jornadas de sensibilización son parte esencial de su compromiso. Como también lo es apoyar y trabajar, codo con codo, con la comunidad arquitectónica.
Un ejemplo reciente lo encontramos en el Concurso Internacional de Ideas que la compañía lanzó en 2013 para contribuir a poner en valor el trabajo de los profesionales de la arquitectura. El concurso, convocado junto con la Cátedra Miguel Fisac –ahora Manuel de las Casas- (fruto de la colaboración entre Lafarge y la Escuela de Arquitectura de Toledo), contó con el respaldo de la Demarcación de Toledo del Colegio de Arquitectos de Castilla-La Mancha (COACM) y del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM). Su objeto: el diseño de un proyecto de rehabilitación para el Almacén 5 de la fábrica de cementos que Lafarge tiene en la Villaluenga de la Sagra, en plena llanura manchega.
El Almacén 5, construido en 1925, es uno de los edificios históricos de la fábrica. Ubicado en uno de los enclaves más transitados de la planta (el vial principal de acceso peatonal al centro de trabajo) constituía también un espacio simbólico donde materializar el encuentro y transferencia de conocimiento entre la empresa y su entorno. La rica arquitectura industrial de principios de siglo de su fachada frontal y lateral, con un sorprendente muro cortina en hormigón en el que la secuencia de cristaleras de pavés dota de una gran iluminación el interior de la estancia, lo convertía además en un símbolo de esa cercanía entre la empresa y la comunidad arquitectónica.
No es pues de extrañar la respuesta de los arquitectos ante el concurso: más de 500 solicitudes de información, 153 visitas al edificio y 143 trabajos presentados. Entre ellos, el de los ganadores. El equipo formado por Francisco Jorquera y Gerard Bastidas se hizo con el primer premio –dotado con 8.000 euros- con Cuarta Pared, un proyecto que proponía una intervención mínima en el edificio a través de la adición de una nueva fachada de hormigón. Otros dos proyectos, Hormigón en pompas de Rubén Picado y María José de Blas y Nemo propheta in patri, de Alfredo Baladrón Carrizo, se hicieron respectivamente con el segundo y tercer premio. Y así una larga lista de propuestas, que aunque no fueron galardonadas, desprendían creatividad e innovación. O lo que es lo mismo, la búsqueda –desde distintos conceptos y formas- de cómo contribuir a construir mejores ciudades.