El conjunto habitacional diseñado por el arquitecto mexicano Javier Sánchez genera una combinación de materiales y temporalidades con sentido social y comunitario
Desde hace unos pocos años en la Ciudad de México han tomado fuerza los proyectos de rehabilitación de edificios antiguos de la zona central en vez de nuevas construcciones en la periferia. Ya sea que se trate de grandes casas de la aristocracia de siglos pasados o de viejas fábricas, la reconversión de las instalaciones abandonadas revitaliza vecindarios y conserva el patrimonio histórico que conforma de identidad de un vecindario.
El despacho mexicano de arquitectura de Javier Sánchez, se ha especializado en el desarrollo de proyectos inmobiliarios a base del estudio detallado del contexto y la identificación de oportunidades de reinserción y reocupación.
En el caso del Conjunto de Vivienda María Ribera se aprovecha una fábrica de chocolates que cerró sus puertas en 2004 para aumentar la oferta de vivienda y la densidad de población en una de las zonas con mayor tradición y sentido comunitario de la metrópoli.
El proyecto rescata la envolvente de dos volúmenes de carácter industrial. En uno de ellos, el más grande, se destina un área para viviendas de dos niveles a las cuales se accede a través de corredores amplios, iluminados y rodeados de vegetación. El segundo se utiliza para dotar al conjunto de áreas comunes cubiertas para llevar a cabo reuniones y actividades sociales.
En la parte posterior del predio nuevos edificios de vivienda fueron dispuestos alrededor de un sistema de patios y jardines que favorecen la convivencia y la interacción entre los habitantes. Al ser levantados en el centro de la manzana y no en el perímetro del predio se conserva la escala e imagen de la fábrica vista desde la calle.
El lenguaje fabril antiguo encuentra eco en las nuevas viviendas a través del uso de los perfiles metálicos en barandales, escaleras, canceleria y puentes, así como en los muros de hormigón y mampostería expuesta. Con ello, distintas temporalidades se yuxtaponen y se logra, por un lado exponer los antecedentes históricos del barrio y el predio, y por el otro resolver una necesidad de vivienda asequible en una zona de la ciudad consolidada con transporte e infraestructura pública subutilizada.
El origen del vecindario de Santa María la Ribera, de la cual el conjunto adquiere su nombre, remite a los habitantes de la Ciudad de México a un pasado cuando la urbe recién comenzaba su expansión al norte y poniente. Hace poco más de medio siglo que el barrio entró en una fase de deterioro y decadencia. Aunque nuevas zonas de la ciudad fueron poblándose en los años posteriores con la promesa de un estilo de vida moderno, la comunidad resistió y se transformó.
Los proyectos de arquitectura que rescatan las capas de historia de la ciudad son pertinentes en una época en la que vale la pena repensar los sistemas de organización de la vivienda en las ciudades y donde el suelo y la oferta de vivienda digna son cada vez más escasos.
JSa / Javier Sánchez arquitectos
Escrito por Daniel De León desde CIUDAD DE MÉXICO
Fotografías de Luis Gallardo