En Rotterdam, la pareja de arquitectos Beatriz Ramo y Bernd Upmeyer convierten un trastero en un dispositivo habitacional compacto y experimental que reformula los límites del confort, la escala y el habitar contemporáneo
En el ático de un edificio residencial de los años 50, en pleno centro de Rotterdam, se sitúa The Cabanon, una intervención que condensa en apenas 6,89 m² un ejercicio de regeneración espacial y conceptual. Concebido por los arquitectos Beatriz Ramo al frente de STAR strategies + architecture, y Bernd Upmeyer director de BOARD y editor jefe de MONU Magazine, el proyecto parte de una lógica de reuso radical y se articula como respuesta a los desafíos del habitar urbano contemporáneo, en un contexto de densificación creciente y escasez de vivienda asequible.
La operación tiene lugar en una de las plantas superiores de un bloque característico del periodo de reconstrucción posbélica neerlandés. Allí, una de las tres antiguas estancias destinadas originalmente a albergar enfermeras de un hospital cercano, y que posteriormente funcionaron como trasteros, es transformada en un pequeño apartamento autónomo.
Los arquitectos, residentes en el mismo edificio, vieron un anuncio de venta de un pequeño espacio de apenas 7 m², intrigados llamaron immediatamente para ver la estancia, y el mismo día decidieron comprarla. La habitación contaba con dotaciones básicas de agua, electricidad, calefacción y una ventana de gran formato, ofreciendo una estructura mínima pero operativa para la reconversión. Inicialmente, los arquitectos pensaron en idear un cuarto de invitados, y progresivamente fueron adaptando el espacio según sus propios deseos, convirtiéndolo en una zona de descanso, retiro y bienestar que incluye una sauna de infrarrojos y un jacuzzi.
El objetivo del proyecto no era replicar el modelo de vivienda reducida estandarizada, sino establecer un prototipo singular para explorar la habitabilidad desde una perspectiva crítica. En este sentido, The Cabanon se sitúa más cerca del manifiesto arquitectónico que del producto replicable, y se erige como un ensayo doméstico de alta densidad funcional que privilegia la calidad perceptiva, el uso preciso del espacio y la multiplicidad sensorial sobre la mera eficiencia formal.
La intervención parte de una estrategia de mínima alteración estructural y máxima precisión programática. El espacio resultante se organiza en cuatro zonas diferenciadas: sala, cocina, baño y área de descanso-spa. Lejos de proponerse como una célula multifunción mutable con elementos retráctiles, la vivienda apuesta por una secuencia de estancias fijas y claramente delimitadas, cada una con su propia identidad material, cromática y atmosférica.
Uno de los aspectos más destacados del proyecto es su voluntad de construcción personalizada y a escala del cuerpo. Las alturas de los techos, la disposición de los elementos y la ergonomía general responden a las dimensiones físicas de sus autores, generando una espacialidad profundamente íntima, sin renunciar a la expresividad arquitectónica. Esta dimensión antropométrica evoca la tradición de las arquitecturas mínimas racionalistas, y conecta conceptualmente este proyecto con Le Cabanon de Le Corbusier, construido en Roquebrune-Cap-Martin en 1952, al que esta intervención rinde homenaje desde su propio título.
La materialidad del conjunto, lejos de responder a una lógica decorativa, obedece a una estrategia basada en la reutilización y el abastecimiento oportunista. Materiales de stock, restos de fábrica y excedentes de obra fueron seleccionados por su calidad técnica y disponibilidad, permitiendo una construcción de bajo impacto económico y ambiental. Esta aproximación refuerza el carácter táctico y experimental del proyecto, y lo inscribe en una línea de arquitectura consciente, coherente con los principios de circularidad y mínima huella ecológica. En palabras de los autores: “El hecho de que cada espacio esté completamente cubierto, incluido el techo, del mismo color, o incluso del mismo material, crea una sensación muy envolvente. Crea una especie de universo personal. Mucha gente nos ha dicho que les parece estar en Alicia en el País de las Maravillas…”.
La iluminación natural juega un papel clave en la experiencia del espacio. La gran ventana, cuya dimensión se aproxima a la superficie total de la planta, permite una relación visual y climática directa con la ciudad. Esta apertura diluye los límites interiores y potencia la percepción de amplitud, reforzando el carácter contemplativo y urbano del habitar.
Los principios de diseño que estructuran The Cabanon y la experimentación realizada por los arquitectos y sus respectivos estudios, han contribuido a proyectos de mayor escala, como el desarrollo residencial de 288 unidades en Ivry-sur-Seine, Francia, donde STAR y BOARD aplican criterios similares de compacidad, flexibilidad y diferenciación programática. Esta continuidad metodológica demuestra la validez del experimento doméstico como laboratorio proyectual aplicable a contextos más amplios.
La operación en Rotterdam no pretende constituir una solución replicable para la crisis habitacional. En palabras de Beatriz Ramo, “The Cabanon no es una vivienda del futuro, sino una cápsula de reflexión sobre cómo habitamos el presente urbano”. El proyecto medita sobre la optimización del espacio entendido como la maximización de éste y no su reducción, e invita a reconsiderar la escala, la función, la simplicidad del espacio y su organización, y la importancia del deseo dentro del proyecto arquitectónico.
Beatriz Ramo (STAR) y Bernd Upmeyer (BOARD)
Escrito por Aina Pérez i Verge
Fotografías de ©︎Ossip van Duivenbode y ©︎Jan De Groen