El arquitecto Santiago Artal ensayó en el grupo de viviendas Santa María Micaela con prototipos modernos como la vivienda en dúplex en bloques con acceso a través de corredores, en este caso galerías corridas exteriores. Un conjunto vanguardista con espacios comunitarios no habituales hasta entonces.
Santiago Artal se tituló como arquitecto en 1957, fue el grupo de 138 viviendas de Santa María Micaela su primer proyecto, y casi único ya que desencantado abandonó la profesión unos años después. El conjunto se construyó entre 1958 y 1961.
A mediados de los años cincuenta del siglo XX la ciudad de Valencia comienza a construirse grupos de viviendas protegidas en zonas periféricas de la ciudad. La seriación de bloques lineales y la disposición en manzanas semiabiertas con dotaciones en su interior son los modelos que se implantan. Los referentes que recogen estas viviendas van desde el racionalismo de los grandes maestros como Le Corbusier o Mies van der Rohe al neoplasticismo holandés o el brutalismo inglés.
La parcela que debía ocupar el grupo de viviendas Cooperativa de Agentes Comerciales en la calle Santa María Micaela era del tipo manzana cerrada de nuevo ensanche según planeamiento, el arquitecto proyectó una alternativa mucho más atractiva que el estándar propuesto. Tres bloques articulados entorno a un patio central para uso y disfrute de la comunidad. Dispuestos para disfrutar de buenas orientaciones y las mejores vistas.
El estudio de las circulaciones es esencial para entender el proyecto. De la vía se accede a través de un único zaguán a la zona común exterior, de ésta a los núcleos de comunicación vertical, en los bloques de mayor altura, desde los que tomar los corredores exteriores, de generosas dimensiones, que conducen a cada una de las viviendas, como si de calles elevadas se tratase. Estas viviendas se resuelven en dúplex, todas son pasantes con estancias exteriores, se separa por plantas la zona diurna de la nocturna, que queda en la planta superior. El esquema tipo, fruto de una métrica rigurosa, sufre modificaciones dando lugar a viviendas de tres o cuatro dormitorios. Esto nos habla de flexibilidad dentro de un esquema a priori rígido.
Al bloque de menor altura se accede puntualmente desde el patio. Las viviendas se desarrollan en una planta pero mantienen la separación funcional entre zona de día y noche. Los bajos recayentes a vía pública se destinan a comercios y talleres.
La casa se convierte en una máquina de vivir, y como tal necesita de unas instalaciones que hagan óptimo su funcionamiento. Por ello, el conjunto estaba dotado de lavandería común en cubierta, corredores de servicio de instalaciones en sótano y conductos de descarga vertical para basuras junto al núcleo de comunicaciones.
El brutalismo inglés queda patente en la expresividad del hormigón visto y la sinceridad constructiva, pilares apantallados y vigas de hormigón que ordenan el conjunto en una retícula de 450x480x270 centímetros. El empleo de intensos colores junto con la geometría estricta aluden al neoplasticismo. Evocaciones a Le Corbusier, Mies van der Rohe y a los Smithson encontramos en cada detalle.
El patio es un lugar casi mágico que disfruta de un microclima de alto bienestar estival. Un micromundo que se instaura como el alma del conjunto. Un espacio exterior con carácter colectivo-privado diseñado y cuidado hasta el más mínimo detalle. En el centro una lámina de agua de la que emergen cubos de hormigón geométricamente dispuestos. Para cruzarla, una pérgola, que parece ingrávida, construida con perfilería metálica y una delgada losa de hormigón.
La luz es sin duda protagonista en esta obra de Artal. La disposición de los bloques en la parcela, permite que la luz inunde el patio reflejándose en la lámina de agua y los pavimentos blancos e iluminando los zaguanes de acceso a las viviendas. Las celosías de los corredores y terrazas tamizan la luminosidad que llega al interior sin perder las visuales.