Tierney Haines Architects ha diseñado una casa unifamiliar para una pareja con tres niños en la Bahía Clifden, en Connemara, al oeste de Irlanda.
La vivienda de 245 m2 saca el máximo partido al lugar en que se ubica, dividiendo el programa en dos pastillas independientes que albergan la zona de día y de noche, con un tercer volumen de conexión que articula el encuentro, por donde se produce el acceso. De este modo, se aprovecha al máximo las vistas del mar, aumentando la longitud del edificio, a la vez que la vivienda queda resguardada de los fuertes vientos de la zona gracias a la entidad de la edificación, de una sola planta, y su disposición en la parte baja de la ladera de la colina, protegida por la propia orografía del terreno.
El acceso a la vivienda se produce por la pieza de conexión, a través de un camino de madera que rodea la fachada de la pastilla de día desde el aparcamiento exterior, en el que desemboca el camino de acceso.
El cerramiento de vidrio que se dispone en sus dos fachadas enfrentadas permite ver el mar a lo largo de todo el recorrido, conectando el edificio con su entorno desde el mismo momento de la llegada.
Una vez en el interior del hall, encontramos espacios de almacenamiento y el acceso a los dos volúmenes principales. El acceso a la zona de noche, que dispone de 5 dormitorios y 3 baños, se produce a través de un cambio de nivel salvado por cinco peldaños, el segundo de los cuales se extiende bajo el cerramiento de vidrio proporcionando un banco corrido desde donde poder disfrutar de las vistas.
El hall, tras atravesar un espacio de planta abocinada donde se encuentra un aseo, conecta con el espacio más importante de la zona de día, la cocina – comedor, que ocupa la parte central y disfruta de las vistas del mar gracias a las generosas ventanas correderas que se abren en su fachada, que conectan el interior con la terraza, creada por el ensanchamiento del camino de madera que rodea la casa.
Se trata de un espacio abierto y diáfano, conectado con la otra pieza de relevancia, el salón, que ocupa uno de los extremos de la pastilla, un espacio agradable y acogedor con una considerable chimenea y un gran ventanal que barre la fachada en toda su altura y longitud, enmarcando las vistas de la costa.
El comedor también establece una conexión visual con el estudio a través de un panel de vidrio que se integra en el tabique divisorio entre ambos espacios.
El resto de la pieza de día queda ocupada con otros espacios secundarios como el lavadero y zonas de almacenamiento.
A pesar de tener un solo nivel, el espacio interior disfruta de una considerable altura libre gracias a la ligera inclinación de la cubierta, que se ve incrementada por la sensación de amplitud que proporciona el blanco impoluto de los revestimientos interiores.
La imagen exterior de la vivienda la protagoniza el revestimiento de piedra natural, una caliza gris que se integra en la paleta cromática del lugar, resolviendo las esquinas de la edificación, proporcionando estabilidad y solidez al conjunto, combinado con un cerramiento de madera de alerce con costillas que establecen ritmo a la fachada, enmarcando los paños opacos y los grandes acristalamientos que se abren a lo largo de todas las fachadas.
La irregularidad de los distintos faldones de la cubierta inclinada se resuelve con una chapa metálica gris que permite minimizar su impacto visual, mimetizándose con el entorno.
La vivienda destaca también por tener en cuenta criterios de sostenibilidad, como favorecer la ventilación pasiva, disponer altos niveles de hermeticidad y de aislamiento térmico, etc. creando de ese modo un hogar confortable a la par que eficiente.
Imágenes de Stephen Tierney