En el corazón de la ciudad de Colonia, el arquitecto suizo recompone los fragmentos pétreos de las ruinas de la antigua iglesia de Santa Columba para generar un espacio expositivo donde los restos del pasado se integran en la nueva arquitectura
La ciudad de Colonia sufrió una destrucción casi completa durante la Segunda Guerra Mundial; una vez reconstruida, las ruinas de la iglesia gótica de Santa Columba se convierten en un estremecedor símbolo de la desgracia. En el año 1990, la archidiócesis de Colonia, que contaba con una gran colección de obras de arte, decidirá instaurar su nuevo museo en el solar de Santa Columba, de manera que quedaran expuestas numerosas piezas que abarcaban desde el cristianismo primitivo hasta el arte contemporáneo. La diversidad de obras a exponer venía acompañada de una fuerte heterogeneidad del área de actuación ya que en las ruinas de la antigua iglesia ya habían existido otras intervenciones, como la del arquitecto Gottfried Böhm, que en 1949 creó la capilla de la “Virgen de las Ruinas" como un refugio improvisado para una figura gótica de María que había sobrevivido a la catástrofe. Las progresivas excavaciones arqueológicas que se realizaron en el sitio revelaron, además, otros estratos más antiguos pertenecientes a distintas épocas, pero que datan desde tiempos romanos.
Vista aérea de Colonia en el año 1950. Imagen: moleskinearquitectonico.blogspot.com
Vista aérea de Colonia en el año 1950. Imagen: bilderbuch_koeln.de
Planta arqueológica del solar, con la superposición de estratos pertenecientes a distintas épocas
Plantas de proyecto, Peter Zumthor
Vista exterior del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Veit Landwehr
Vista exterior del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Veit Landwehr
El edificio debía concebirse como un “espacio para la reflexión” en el que el visitante viviese una experiencia íntima e introspectiva en contacto con el arte. La colección debía permanecer protegida del mundo exterior como un tesoro oculto en un jardín secreto que los visitantes del museo deberían descubrir; para ello, tendrían que desligarse del orden cronológico de las piezas para concebirlas como herramientas para alcanzar el conocimiento y la espiritualidad. Así, el punto de partida del proyecto consistirá en la búsqueda de un nuevo orden en el que los elementos que entren en juego (pintura, escultura, arquitectura, ruinas, etc.) se conviertan en la realidad material que plasma la búsqueda humana de la verdad, ya sea a través de la creencia religiosa o la sabiduría.
Vista exterior del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Luis Rodríguez
Vista exterior del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Luis Rodríguez
Vista exterior del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Luis Rodríguez
Vista exterior del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Luis Rodríguez
En cuanto a la implantación del edificio en el entorno urbano, Peter Zumthor decide adherirse al perímetro del solar generando un volumen en la escala del antiguo templo, de tal manera que el nuevo museo recupere la importancia como hito que ya tenía la iglesia de Santa Columba. El museo funcionará, por tanto, como un reclamo que integra los valores de la arquitectura del pasado y nos devuelve la memoria de la ciudad. Esta integración no será solamente conceptual, sino también material: los fragmentos del santuario gótico quedan atrapados en los muros de la nueva edificación, convirtiéndose ésta en un lienzo desnudo que ya desde la calle expone la arquitectura del pasado como una obra de arte más.
Vista exterior del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Luis Rodríguez
Vista exterior del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Luis Rodríguez
Vista exterior del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Luis Rodríguez
La operación urbana que realiza Zumthor toma como referencia las intervenciones de los arquitectos de posguerra de la escuela de Colonia, especialmente las llevadas a cabo por R. Schwarz, que lideraba la Sociedad para la Reconstrucción de Colonia. Schwarz instauró nuevos conceptos que marcarían un profundo cambio de mentalidad en cuanto a la actitud a adoptar frente a las ruinas de la ciudad, a las que se les atribuiría un significado simbólico; por esta razón, los edificios prácticamente destruidos no se reconstruirían ni eliminarían, se reutilizarían sus escombros como parte integral las nuevas construcciones.
Patio del Museo Kolumba y escultura de R. Serra, Peter Zumthor. Imagen: José Fernando Vázquez
Patio del Museo Kolumba y escultura de Hans Josephsohn, Peter Zumthor. Imagen: Coast
El recorrido iniciático hacia el conocimiento parte desde la entrada al edificio, que se concibe como una transición paulatina del espacio exterior al interior, por lo que conserva, en gran medida, un cierto carácter público. Este acceso no es lineal, sino que se recrea en el recorrido entre volúmenes sencillos que generan algunos recovecos, lo que sugiere la continuidad y la conexión con las calles de la ciudad. Este zig-zag desembocará en un pequeño jardín conmemorativo en el que la vegetación que acompaña a las ruinas nos da la bienvenida. Se trata, por tanto, del primer rincón escondido donde se ofrece al visitante la oportunidad de parar el tiempo y así poder detenerse a contemplar y, sobre todo, a recordar.
Detalle de fachada del Museo Kolumba, Peter Zumthor. Imagen: Coast
Imágenes de este artículo:
La escultura no es de Richard Serra sino de Hans Josephson
Un saludo
Marco