A pesar de ser relativamente desconocida por el público general, la Casa Ortega contiene pistas y experimentos que el arquitecto mexicano replicaría en muchos otros proyectos posteriores
Diseñada y construida entre 1940 y 1942 la Casa Ortega fue originalmente habitada por el mismo Luis Barragán durante 5 años, en un predio ubicado en el barrio de Tacubaya, al poniente de la Ciudad de México. En esos años Tacubaya era un poblado a las afueras de la capital mexicana donde había cañadas y ríos en los sitios por donde ahora hay calles y puentes vehiculares.
Tal vez resultado de su afición a los caballos, Barragán encontró estos predios a la venta en un terreno que ya contaba con varios desniveles, producto de las excavaciones propias de una mina de tepetate, es decir, una mezcla de barros, cenizas y polvos producto de actividad volcánica que se usa mucho como material de construcción.
Tanto al interior como en el exterior de la casa se pueden observar algunos recursos arquitectónicos que expresan cierta experimentación pero también la madurez arquitectónica del autor. Los recorridos y la secuencia espacial ya sea de las habitaciones o de los jardines son una característica distintiva de la arquitectura de Barragán.
El conjunto de jardines es sin duda los que mayor riqueza poseen dentro del conjunto de sus obras residenciales. Del total de los 3,000 metros cuadrados de superficie del predio, más de dos terceras partes son dedicadas al diseño de jardines, plazas, patios, fuentes y sitios de contemplación.
De esa manera la casa parece estar escondida entre la colección de esculturas y la vegetación, a veces exuberante y otras veces contenida en jardineras. El llamado Patio del Perol es quizás el espacio más conocido de esta casa que es relativamente desconocida, sobre todo cuando se le compara con su vecina, la Casa Estudio del mismo Barragán.
Es en este oasis al interior de una de las ciudades más pobladas del mundo donde es posible recorrer los mismos pasos del arquitecto y pasear por sus recuerdos de la infancia, de su visita a la Alhambra y al Generalife, de su aprendizaje de los jardines de Ferdinand Bac y finalmente de su continua observación de la arquitectura vernácula y contemporánea.