Dentro de la serie que dedicamos habitualmente a los arquitectos laureados con el Premio Pritzker (Los llamados Premios Nobel de la Arquitectura), vamos a reseñar hoy al primero de los arquitectos latinos que lo obtuvo, el genial mexicano Luis Barragán.
La obra de Barragán es nada menos que el puente, el enlace, entre la arquitectura del movimiento moderno, y aquella cuyas raíces se hunden en los más profundo de la historia humana.
Barragán nos demuestra que la buena arquitectura es intemporal y carece de adjetivos. Con una tecnología muy básica de muros portantes, pero entendiendo sabiamente lo que es el espacio se puede conseguir una perfecta belleza y armonía.
Basta con entender que el espacio no es nada sin sus límites, los muros; y estos no son nada sin la luz, que define los contornos y las texturas, pero a su vez la luz no es nada sin su cromatismo, sin el color, en definitiva.
Luis Barragán nace en Guadalajara (México) en 1902, ciudad donde cursó sus estudios de arquitecto e ingeniero civil. Marcó definitivamente su futuro el viaje de dos años que hizo a continuación por Europa. En su visita a España quedó fascinado, sobre todo, por la arquitectura árabe y su concepto de jardín, reflejado fundamentalmente en los jardines del Generalife. También queda marcado por el concepto de jardín renacentista italiano que pervive en las villas italianas que visita a lo largo de la costa mediterránea, y en las villas Paladianas.
Barragán comenzó pues su vida profesional diseñando jardines, y su primera obra fue el proyecto para los jardines del Pedregal, tarea que le ocupó entre 1945 y 1952.
A partir de ese año comienza realmente su actividad con la reconstrucción del convento de las Capuchinas en Tlalpan y la planificación del área residencial de las Arboledas y del Club de Golf La Hacienda. Louis Khan lo invita a asesorarlo en 1964 en su proyecto de Salk Intitute de la Jolla en California y el mismo año realiza con Andrés Casillas la Cuadra de San Cristóbal y la Casa Egerstrom.
En 1974 realizó la Casa Gilardi, la última que llegó a terminar, y en 1979 la Casa Meyer.
En 1980 recibe el premio Pritzker, que marca el inicio de una decadencia física provocada por el Parkinson, y muere en 1988.
Luis Barragán ha mostrado a los arquitectos que no hace falta desarrollar complejas tecnologías para generar entornos humanos llenos de armonía y belleza.
Veamos algunas imágenes de su propia vivienda.