Como resultado de la participación de la comunidad de Pueblo Bello, víctima de la violencia paramilitar y guerrillera desde 1990, se construye Remanso de Paz como parte de las medidas de reparación colectiva de víctimas generada por la Gobernación de Antioquia. Los habitantes, al analizar sus necesidades, piden una edificación que fortalezca la vida comunitaria y que honre la memoria de sus familiares, amigos y conocidos
Uno de los muchos encantos que tiene el arte, y la arquitectura en concreto, es poder plasmar en formas abstractas o concretas lo que el alma siente. Pueblo Bello, ubicado en el departamento de Antioquia, es una comunidad herida por los atroces sucesos que desde 1990 la violencia paramilitar y guerrillera han generado; éstos en un pueblo de aproximadamente 2.000 personas, han dejado como consecuencia un cuarto de la población como víctima, entre masacres, quemas de edificios, desplazamiento forzado, y la más grande desaparición forzosa en la historia de Colombia -43 personas-. Remanso de Paz, se convierte en un hito de reconciliación, un espacio social de enriquecimiento comunitario, un proyecto que no es solamente una suma de llenos y vacíos, sino la expresión de un pueblo que busca un símbolo de cambio y esperanza.
La idea de su construcción nace como el resultado de la participación de la comunidad, que señaló sus necesidades y deseos como parte de las medidas de reparación colectiva de víctimas, iniciativa de la Gobernación del departamento. Los habitantes deciden querer una edificación que fortalezca la vida comunitaria y que honre la memoria de sus familiares, amigos y conocidos. Llama la atención como el buscar gozar de espacios de calidad y ambientes agradables es un anhelo intrínseco en cada ser humano, lugares donde el alma pueda descansar y encontrar paz por medio de la contemplación de la belleza.
El conjunto de 352 metros cuadrados se divide en dos grandes zonas: la Casa de la Memoria y la Casa del Futuro. La primera, recuerda la frase popular: “no puedes saber a dónde vas, sino sabes de dónde vienes”; es el punto jerárquico del proyecto, y aquel con más símbolos. Para ingresar a éste, se recorre una rampa que viene acompañada por un gran muro diagonal de 8 metros de altura, con 43 líneas de formaleta en honor a los 43 desaparecidos; luego, el usuario encuentra un piso metálico, que permite ver un metro por debajo del suelo, conmemorando los años sin tierra y las noches en que los habitantes tenían que dormir en los árboles por temor a hacerlo en sus casas; finalmente, con el atardecer el lucernario de 500 persianas -una por cada víctima- toma vida e inunda el recinto fulgores de rojos teñidos recordando las casas y personas caídas en el fuego.
Para conservarnos en los verdaderos aprendizajes de la vida, el pasado es un paso obligatorio para llegar al futuro, así solamente es posible llegar a la Casa del Futuro recorriendo primero la de la memoria. Cuando se sale del volumen de concreto que le da forma a esta última casa, se encuentra un patio con un árbol, que representa el renacimiento del pueblo, e inmediatamente se aprecian las áreas de apoyo -baños, cuartos técnicos, administración y bodegas- y las dos aulas que conforman la Casa del Futuro, una abierta que lleva a un segundo patio, y la otra que contiene graderías y se envuelve con persianas de madera que permiten la luz, la ventilación y la percepción natural del espacio que crece, todos éstos reflejos de la esperanza.
En el año 2014 -construcción del proyecto- se da un paso importante para la contribución a un cambio realmente necesario desde 1990 en Pueblo Bello. La comunidad que vivía presa del miedo levanta su voz para pedir un espacio de integración y desarrollo, en el que el arte, el aprendizaje, la inclusión, la convivencia y la memoria puedan sustituir las armas y la violencia. Esto debería ser la arquitectura, una contribución a la paz y la esperanza.
Taller Síntesis Arquitectura y Urbanismo
Escrito por María Carla Flórez Jiménez desde BOGOTÁ D.C.
Fotografías de Alejandro Arango