La Casa Amangiri del grupo de arquitectura Juan Pablo Ortíz es un juego que utiliza dos conjuntos de piezas opuestas: las áreas llenas y las áreas vacías. El juego posa sobre un tablero que disfrutas de un entorno compuesto por la visual del valle y la conexión con la montaña
La Casa Amangiri del grupo de arquitectura Juan Pablo Ortíz, construida en el 2016, es un juego de 300 metros cuadrados que utiliza dos conjuntos de piezas opuestas: las áreas llenas y las áreas vacías.
Las áreas llenas son prismas rectangulares de los cuales dos son los principales -diferenciados por cubiertas inclinadas- y se ubican perpendicularmente al norte, al igual que una tercera pieza -secundaria-. Los otros dos volúmenes complementarios se posicionan de manera paralela al norte.
La disposición de las piezas permite relacionarse con el entorno de forma predeterminada y una entrada de sol controlada, donde la mayoría de zonas capturan el sol de la tarde permitiendo regular la temperatura especialmente en la noche. Lo anterior es de gran importancia considerando que el proyecto se encuentra a 3000 metros sobre el nivel del mar, en la ladera oriental de los Cerros de Subachoque.
Las otras piezas, las áreas vacías, toman forma de un jardín interno, una terraza que complementa las zonas comunes y se abre a la visual del valle, y un patio que alberga una escalera que le permite a los usuarios ascender hacia la montaña y continuar su recorrido hacia el parqueadero y posteriormente a la salida del lote. El ingreso principal se encuentra adyacente a este patio, plasmándose como un recinto abierto en dos caras laterales que confluyen en los vacíos.
El juego posa sobre un tablero -una plataforma- dispuesto en medio de la topografía generado por muros de contención en la zona alta. La configuración sobre el terreno permite a las fachadas norte, occidental y sur disfrutar del paisaje y disiparse con el mismo por medio de los muros abiertos y grandes ventanales.
Las partes se conectan por un corredor que une las áreas sociales con los tres volúmenes que contienen las habitaciones. Asimismo, las diferentes zonas abiertas -los vacíos- complementan los espacios y generan un recorrido lleno de oportunidades para vivir el proyecto desde diferentes experiencias. Solamente una habitación se encuentra desconectada de las demás, teniendo el ingreso por el jardín interno.
El conjunto también juega con dos tipos de cubiertas, unas inclinadas -que como se mencionó anteriormente diferencian los prismas protagónicos- y otras planas y verdes, que permiten camuflar la casa con el bosque andino que la rodea.
La Casa Amangiri es más que la suma de sus partes. El proyecto se camufla, pero a la vez se destaca de su entorno; utiliza llenos y vacíos que dialogan entre sí para generar experiencias únicas; es atemporal, no solamente por el uso de láminas de acero que se oxidan cambiando su piel, sino también por usar un método de construcción colonial -muros ciclópeos de piedra y ladrillo-; y finalmente, no se limita a sus cerramientos, sino por el contrario, se abre física y visualmente a la naturaleza que la rodea.
Escrito por María Carla Flórez Jiménez desde BOGOTÁ D.C.
Fotografías de Rodrigo Dávila
Fotografía de Rodrigo Dávila









