La reconstrucción de la Christuskirche de Bochum, de Dieter Oesterlen, supo conjugar la huella del trauma histórico con la superación de la tragedia, estableciendo una simbiosis perfecta entre los restos históricos y la nueva arquitectura.
Como la gran mayoría de arquitectos de su generación, el alemán Dieter Oesterlen (1911-1994), tuvo que enfrentarse con el problema de la intervención sobre la ruina y los restos patrimoniales conservados tras los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Frente a la reconstrucción propuesta para la Marktkirche (1946-1952), de Hannover, la intervención en la Christuskirche (1957-1959), de Bochum, se planteó como una pieza contemporánea que convive con la arquitectura histórica.
El templo neogótico de la Christuskirche fue proyectado por los arquitectos August Hartel y Theodor Quester en 1877. Su impresionante torre, con 72 m de altura, se convirtió en un referente visual para toda la comarca. Durante los bombardeos de Bochum del 14 de mayo de 1943, la iglesia fue destruida, quedando en pie únicamente la torre y algunos muros y paramentos, que no se conservaron posteriormente.
El proyecto de Dieter Oesterlen niega una reconstrucción en estilo y, tampoco, hace tabla rasa de la historia. Su planteamiento buscó una simbiosis entre el recuerdo del pasado, conservando la antigua torre, y la esperanza del futuro, con la construcción de una nueva nave, de manera similar a como Egon Eiermann enfocó la actuación sobre la Gedächtniskirche de Berlín, realizada en la misma época.
Fotografía de bochum.de
Fotografía de Lutz Leitmann
En todo momento se busca el contraste entre lo viejo y lo nuevo, la historia y el presente, las formas del pasado y la construcción moderna. El lenguaje de la arquitectura contemporánea no entra en contradicción con la torre, ni establece tensiones o agresiones visuales.
Fotografías de Ulrich Althöfer
La nueva nave posee una planta trapezoidal con cerramientos dentados para introducir la luz al interior de la iglesia. Se trata de una pieza de arquitectura moderna, sin concesiones decorativas, que contrasta con la arquitectura historicista de la torre. Aunque construida sobre el lugar que ocupaba el templo anterior, el eje de nueva nave se desplaza y desalinea, remarcando su propia autonomía histórica, estética y formal.
Fotografías de Ulrich Althöfer
El cerramiento plegado de la iglesia tiene su correspondencia en la cubierta. La losa de hormigón que cubre el templo tiene una forma poliédrica, como una intersección de planos y superficies quebradas, que confieren un aspecto cristalino y expresionista al interior.
Fotografía de Alain Roux
La cubierta se cubre de chapas de cinc al exterior, quedando el hormigón visto en el interior. Algunas de las superficies facetadas se revisten de listones de madera, como una transición material con los muros de fábrica de ladrillo.
Fotografías de Achim Bednorz
En el interior del templo la decoración ha sido completamente suprimida. Los objetos se reducen a los mínimos: bancos, altar y cruz. El efecto decorativo sólo es perceptible en el empleo de los materiales y pavimentos, o los diferentes aparejos en las fábricas de ladrillo visto.
Fotografía de Alain Roux
Ante tanta sobriedad, los paños acristalados fueron tratados como grandes vidrieras multicolores, de diseño abstracto, realizadas por el artista Helmut Lander (1924-2013). Los reflejos de la luz coloreada alteran la visión de los muros de ladrillo, dependiendo de su intensidad y dirección.
Fotografías de Achim Bednorz
Fotografías de Honke Rambow
El espacio conseguido posee un carácter atemporal y neutro, que al no presentar referencias simbólicas religiosas ha permitido su uso como sala multifuncional, capaz de acoger todo tipo de eventos y actividades culturales.
Fotografías de Michael Schwettmann
Aunque la modernidad arquitectónica de las formas y la materialidad de la Christuskirche contrasta con la torre de la iglesia primitiva, la actuación no niega la historia, conviviendo en un discreto diálogo que hacen de esta obra uno de los mejores proyectos de Dieter Oesterlen.
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