Revisitamos una de las obras icónicas de la arquitectura portuguesa, la casa de vacaciones para el doctor Fernando Ribeiro da Silva concebida por el celebrado arquitecto y urbanista de la Escuela de Oporto
Difundir el patrimonio arquitectónico es el primer paso para protegerlo. Si se conoce se aprecia, y si se aprecia se cuida. Por esta y otras muchas razones es importante no dejar de revisitar la Casa Dr. Fernando Ribeiro da Silva, ubicada en un pinar entre la costa atlántica y las marismas de la desembocadura del río Cávado.
Távora se presenta a sí mismo en la memoria del proyecto como una suerte de alquimista que fabrica un compuesto. El arquitecto atento que atiende a numerosas realidades: los habitantes de la casa, las características del terreno, la climatología local, la arquitectura de su tiempo, la tradición de su país, los materiales disponibles, las competencias técnicas de los trabajadores locales y el propio bagaje formativo y cultural, así como la personalidad del autor del proyecto.
El escritor y dramaturgo ruso Antón Chéjov dijo “si quieres ser universal, habla de tu aldea”. El camino seguido por Távora hacia la universalidad parte del profundo conocimiento de lo local, de lo vernáculo. La Modernidad europea presente en su obra no niega la realidad local, sino que incorpora las idiosincrasias de los pueblos portugueses, con sus tradiciones y necesidades.
La casa es moderna por su vocación funcional, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar, y por la incorporación del hormigón como elemento de valor estético. Es de su tiempo, pero no se impone con altivez ni da la espalda a la especificidad de lo local. Fernando Távora demuestra su sentido crítico con algunas de las bases sentadas por el movimiento moderno. Selecciona materiales autóctonos y emplea soluciones constructivas tradicionales. Sobre muros de carga se posa se posa con gracia una cubierta de madera con planos inclinados de teja. Los materiales se expresan con honestidad, carpinterías de pino, piedra, barro. Muebles en madera diseñados para la casa. Se trata de un proyecto bisagra entre el racionalismo internacional y las referencias regionalistas.
El programa se articula en 3 pabellones en T: zona común, zona privada y servicios. La zona común se subdivide a su vez en tres áreas diferenciadas, el comedor, la sala de estar, y el espacio en torno a la chimenea. Sendos cuerpos que acogen la zona de estar y dormitorios, acotan una amplia zona exterior. Muros que se prolongan más allá de lo necesario abrazan el entorno y ayudan a definir una superficie que será vivida como una estancia más.
Esta casa es una oda a los espacios intermedios. Las transiciones exterior-interior son cuidadas por el arquitecto e inseridas en los puntos de contacto entre los distintos pabellones. Losas de piedra irregulares en el pavimento refuerzan esa fluidez en los recorridos. Los muros de la envolvente retroceden puntualmente respecto al límite del tejado generando zonas cubiertas exteriores. Si la miramos desde fuera nos apetece cobijarnos en el interior, si por el contrario estamos dentro, tenemos deseos de salir… ¿acaso no es esta la premisa ideal para entregarse al hedonismo de un verano en el norte?
Fernando Távora
Escrito por Cristina Pino desde OPORTO