La casa Balmoral ubicada en Medellín es un ejemplo de implantación en terrenos con grandes pendientes y de comunicación constante con el entorno. El proyecto permite una experiencia dinámica y natural con una constante provocación a explorar
Domesticar la montaña no significa ignorar su naturaleza y acabar con su esencia, sino por el contrario, conocerla, respetarla e implantarse en ella generando el menor impacto posible. La firma de arquitectura Jaime Rendon, en el 2016 proyecta en Medellín la casa Balmoral, la cual surge del concepto de emplazarse en una pendiente con inclinación del 35%, tejida a través de la sección, la cual se convierte en el origen de la volumetría.
La pieza arquitectónica se compone de dos objetos que se vinculan con la topografía y se conectan por medio de una circulación cubierta pero visualmente abierta, la cual permite que el habitar la casa sea un juego constante de sensaciones: interior-exterior, abierto-cerrado, construcción-naturaleza, luz natural-luz artificial, paisaje-arquitectura. Esta tipología permite que el usuario experimente la sensación de la intemperie a lo largo de su estadía, generando una conexión constante con el entorno.
El programa de 615 metros cuadrados se distribuye en tres plantas y dos contenedores. Al primero se ingresa por medio de una plataforma que lleva al vestíbulo de acceso -a manera de zaguán- y a la zona de parqueos, éste alberga las áreas de servicio, que incluyen también la cocina auxiliar, un cuarto técnico, la habitación de servicio y la zona de ropas. El hall de entrada enlaza con las escaleras que llevan al primer y segundo nivel del volumen principal. A través de la vidriería que envuelve la circulación, se puede apreciar un gran patio central que articula el proyecto con la naturaleza del lugar.
Si la persona decide subir al segundo piso encontrará espacios de mayor privacidad: la sala de televisión, y tres habitaciones con baño y vestidores; dos ubicadas hacia la fachada norte, y la principal en la sur. Por el contrario, en la primera planta el usuario llega a las zonas sociales, una gran sala-comedor, que colinda con la cocina principal; hacia el costado sur, resguardada, yace la habitación de huéspedes, y en la zona exterior hay jardines, un deck cubierto, una chimenea y una terraza que colinda con la montaña.
Por medio de esta planta se puede bajar un nivel, en el cual reside una sala de juegos, el estudio principal, la cava de vinos, una bodega, una chimenea, otra terraza y otro cuarto técnico.
La experiencia de habitar la casa Balmoral lleva a percibir un mismo espacio de diferentes formas; el concepto de unir dos piezas a través de una circulación que cambia su ambientación con su entorno logra una atmósfera dinámica en el espacio. Asimismo, al posarse sobre el terreno armónicamente, generando una separación virtual en la arquitectura -con límites que permiten ver más allá de ellos-, se evoca constantemente a querer saber qué pasa en ese otro espacio y, por lo tanto, hay una constante provocación a explorar.
Escrito por María Carla Flórez Jiménez desde BOGOTÁ D.C.
Fotografías de Sergio Gómez