El Museo Fort Vechten en Utrecht, de Anne Holtrop, es un memorial de la arquitectura defensiva holandesa del siglo XIX, que con sus formas orgánicas adapta el programa al lugar en que se ubica.
Fort Vechten forma parte de las construcciones que conforman la conocida como Nueva Línea de Flotación Holandesa, construida entre 1815 y 1870, un mecanismo de defensa que consiste en una compleja obra de ingeniería compuesta por un sistema de fortificaciones, unidas por esclusas, diques y canales que se extienden a lo largo de 85 km de longitud, capaces de crear un área de tierra inundada premeditadamente en épocas de guerra, de 3,5 km de ancho y con una profundidad tal que no fuese navegable ni pudiese ser cruzada a pie, creando una especie de isla defensiva artificial.
El museo ideado por Holtrop para conmemorar dicha instalación busca aprovechar las curvas de nivel del lugar para integrarse en él, marcando su presencia más que desde el suelo desde el aire, horadando el terreno para introducirse en él. La edificación pasa totalmente desapercibida en el paisaje, cubierta por un manto de tierra vegetal.
La fase de diseño parte por tanto del estudio de las curvas de nivel, en torno a las cuales se crea una envolvente rectangular, definiendo entre ambas el ámbito el planta del proyecto. El perímetro poligonal delimita los muros de contención y las curvas de nivel seleccionadas definen el cerramiento del edificio, que rodea un gran patio central.
En este gran patio se dispone uno de los elementos clave del proyecto, una maqueta de la antigua Línea de Flotación, de 50 m de longitud, que permite tener una visión y conocimiento global de la infraestructura. Además, dispone de un sistema que simula la inundación, accionable por los visitantes.
El acceso al edificio queda oculto tras un antiguo edificio de barracones, a través del cual se accede a la primera sala, que se ilumina a través de un pequeño patio. Desde allí se inicia el recorrido en anillo por las salas de exposición, que se sitúan alrededor del gran patio central. El espacio interior fluye de una manera natural gracias a las sinuosas curvas de la envolvente. La visita termina en el café, que conduce de nuevo a la entrada y a la tienda de recuerdos.
La conexión de las salas interiores con el patio es una constante. A través de grandes ventanales se inunda de luz natural el área de exposiciones, a la vez que se establecen conexiones visuales con el patio y la gran maqueta exterior.
El museo se materializa de forma íntegra en hormigón visto, ejecutado in situ con un complejo y laborioso proceso constructivo que permite crear cada una de las curvas, diferentes todas ellas entre sí, gracias a encofrados de madera que ejercen de moldes para hacer posible su construcción. El hormigón adquiere así mismo un tono particular, simulando los colores de la tierra en que se inserta el edificio, alejándose del gris o el blanco convencionales.
Las grandes ventanas curvas de 3 metros de lado, se encuadran en marcos de latón, cuya textura y color se integran perfectamente con el hormigón elegido y el resto del paisaje circundante.
Imágenes: Bas Princen
Imágenes aéreas: Ossip
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