Cab Architectes son los artífices de la residencia para investigadores en el Institut de la Mer de Villefranche (Francia), un edificio de hormigón que se funde en su entorno rocoso, el pie de un acantilado que conecta Niza con Mónaco, con impresionantes vistas del Mediterráneo.
La nueva edificación se sitúa tras un edificio de investigación existente, que lo oculta parcialmente y se interpone entre las nuevas instalaciones y el paisaje, lo cual determina el diseño del edificio, que dispone una planta de sótano enterrada, donde se disponen plazas de aparcamientos y espacios de servicio, elevando el plano del suelo principal a una cota cercana a la cubierta del edificio vecino, sobre la cual se asientan los volúmenes principales.
El programa residencial se separa de los espacios comunes, que incluyen un auditorio, una cafetería y laboratorios de investigación, dispuestos en el primer nivel, conformando un cuerpo con forma de L, cuyo brazo longitudinal se sitúa en perpendicular a la pendiente de la ladera, abriendo las vistas hacia el mar gracias a grandes ventanales de vidrio que materializan el cerramiento.
Estos ventanales son practicables, permitiendo así desdibujar el límite entre interior y exterior, extendiéndose el espacio hacia el patio central, que es convierte en un elemento de relación social y convivencia.
Las unidades habitacionales se agrupan en otro volumen, otra L, en este caso de dos niveles, que descansa sobre el volumen inferior, liberando el frente de la planta baja para no impedir las vistas a los espacios comunes, creando un puente de 30 m de longitud libre de apoyos.
El edificio dispone de 44 habitaciones, las individuales orientadas al sur y las dobles orientadas al este, destinadas a los investigadores visitantes del complejo, a las cuales se accede a través de amplios corredores que discurren en el perímetro de la L que vuelca al patio central, conectados con sendos núcleos de circulación vertical, situados en los extremos.
Las cédulas habitacionales tienen una original tipología pasante, con un corredor que comunica el acceso a cada dormitorio con un balcón que ofrece vistas de la naturaleza circundante y del mar, junto al cual se disponen el baño, las camas y los espacios de almacenamiento, unos a continuación de otros, en una secuencia tipo tren.
Los dormitorios individuales comparten un balcón cada dos unidades.
Los balcones disponen de un cerramiento materializado por una contraventana metálica de lamas que, mediante su apertura y cierre, otorga vistas o privacidad a los dormitorios, a la vez que crea un gran dinamismo a la fachada.
El edificio destaca por su gran eficiencia, conseguida con criterios pasivos de diseño. Por un lado, los dormitorios disfrutan de ventilación natural gracias a tratarse de cédulas pasantes, permitiendo además optimizar el soleamiento en todas las épocas del año con las distintas posiciones de las contraventanas de los balcones.
Por otro lado, los espacios comunes situados en la planta inferior, al igual que el patio central, disfrutan de una temperatura confortable gracias a la disposición de una piscina situada bajo el puente creado por el cuerpo de dormitorios, cuya lámina de agua sombreada por el edificio superior refresca la brisa que penetra desde el mar hacia el patio interior, consiguiendo rebajar la temperatura del patio entre 2 y 3 grados en verano.
Además de estos criterios pasivos, la construcción del edificio apuesta por soluciones constructivas eficientes, como son las cubiertas verdes, que colaboran en el aislamiento térmico del edificio gracias a la capa de tierra vegetal, que además permite que el edificio establezca un armonioso diálogo con su entorno natural.
Imágenes de Aldo Amoretti