Los arquitectos Warren & Mahoney son los artífices del nuevo Mason Bros , un edificio comercial que reutiliza un antiguo edificio del patrimonio marítimo del barrio de Wynyard, en Auckland, Nueva Zelanda, un antiguo almacén, que en origen fue un taller de ingeniería y construcción naval.
La superficie comercial consta de 5.700 m2 distribuidos en tres niveles, que aprovechan al máximo las cualidades de la edificación original, con una actuación totalmente respetuosa con el patrimonio, conservando los potentes muros de ladrillo cerámico rojo y la estructura de hormigón, y las características cubiertas de perfil en forma de diente de sierra, con tragaluces que inundan de luz natural el espacio interior.
Los nuevos espacios se integran dentro de un gran contenedor suspendido, separado de la estructura original en 3 de sus lados, haciendo referencia al uso originario del almacén, y marcando una respetuosa distancia respecto a la preexistencia, estableciendo un armonioso diálogo entre lo viejo y lo nuevo.
En uno de los testeros se establecen conexiones puntuales para abrir ventanas de diferentes formatos con potentes marcos de acero que vuelan hacia el exterior, atravesando el cerramiento original, marcando la presencia de la actuación a nivel urbano.
Esta separación aumenta en uno de los laterales longitudinales, creando un amplio espacio de triple altura que ejerce de corredor de comunicación en planta baja, que atraviesa el edificio a modo de pasaje urbano, permitiendo disfrutar tanto de las texturas de las viejas fábricas de ladrillo como de las cubiertas del edificio.
A mitad de este corredor se sitúa el núcleo de comunicación vertical que da acceso a las dos plantas superiores.
Además, los dos primeros niveles se comunican con otra escalera que dispone de un graderío que permite sentarse a descansar disfrutando del espacio arquitectónico circundante.
La “fachada” del gran contenedor hacia este callejón interior se materializa con un muro cortina de vidrio dorado reflectante, que crea una ilusión visual que amplifica el espacio gracias al reflejo de las ventanas del cerramiento y las cubiertas superiores.
La idea con la que se enfoca el programa comercial del edificio es sencilla, optando por un espacio diáfano, fluido y flexible, con oficinas de diferentes capacidades, de 70 a 120 m2, además de módulos de coworking ampliables y espacios compartidos, como salas de reuniones, espacios libres para atender a los clientes y zonas de servicio con baños en todos los niveles, incluidos en los núcleos de circulación, y un café-bar.
Además de todas estas bondades, ha sido el primer edificio de Nueva Zelanda en lograr la calificación más alta de construcción ecológica del país.
Imágenes de Simon Devitt