Arquitectura

Transformando el territorio con arquitectura de pequeña escala

Maria Giuseppina Grasso Cannizzo firma este interesante ejemplo de rehabilitación de una escuela para convertirla en la nueva casa de un viticultor y su familia. El proyecto ha recibido el Premio italiano de Arquitectura 2021          

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Maria Giuseppina Grasso Cannizzo firma este interesante ejemplo de rehabilitación de una escuela para convertirla en la nueva casa de un viticultor y su familia. El proyecto ha recibido el Premio italiano de Arquitectura 2021          

La carrera de Maria Giuseppina Grasso Cannizzo es atípica y su modo de trabajar muy particular. Grasso Cannizzo no tiene sitio web, ni redes sociales y ni siquiera tiene una entrada en wikipedia a pesar de ser una de las arquitectas más premiadas del país.
Al terminar la carrera, trabajó durante unos años con Franco Minissi uno de los mayores exponentes de la corriente del restauro crítico. Más tarde trabajó para FIAT Engineering reconstruyendo una serie de pueblos devastados por el terremoto de 1980 en Basilicata. El tercer momento vital que marcó su formación como arquitecta fue la época que vivió en Turín y durante la cual estuvo en estrecho contacto con el mundo del arte contemporáneo. Después de estas experiencias, Grasso Cannizzo decide que quiere ejercer como arquitecta y con 39 años abre un estudio de arquitectura en su ciudad natal, Vittoria, en Sicilia.

Imagen del proyecto integrado en el contexto de Mazzarrone

Vista de detalle de la fachada sur oeste

Su control casi obsesivo por el detalle, los materiales y los procesos da lugar a proyectos de gran riqueza donde todo está pensado y tiene un sentido. No cree en la necesidad de dejar una gran huella, al contrario, según ella el territorio se transforma a través de la arquitectura de pequeña escala pues la maravilla está hecha de cosas simples.
Su trabajo nunca se basa en la estética sino en la gestación de ideas, de pensamiento, de diagramas que se hacen más y más complejos cuando se profundiza en su elaboración hasta convertirse en el proyecto.

Esta arquitecta tiene una gran sensibilidad y respeto por el contexto, incluso en situaciones que definiríamos como ambientes feos, desagradables o caóticos. A Grasso Cannizzo le gustan porque son la verdad de la zona que habita, donde las cosas no son precisamente perfectas. Trabaja con las existencias como si de una excavación arqueológica se tratara y considerándolas parte del paisaje.

Vista desde el jardín a noroeste

Imagen desde la entrada de la casa

Cuando el cliente le encargó este proyecto, Grasso Cannizzo se sorprendió mucho de la visión de este viticultor que había comprado una antigua escuela abandonada, construida en los años 60, para realizar el nuevo hogar de su familia.
La primera cosa que decidió la arquitecta fue su actitud hacia el proyecto. No quería destrozar la espacialidad del sitio, ni las características de su estructura, como tampoco quería cambiar el jardín. Lo que le interesaba era que el edificio se adaptara a la vida de una familia numerosa.

Otro punto a tener en cuenta en esta rehabilitación era la importancia de mejorar la eficiencia energética del edificio, para ello cambiaron todas las ventanas, aislaron la cubierta aprovechando el doble forjado, cambiaron los pavimentos y sustituyeron el amianto.

Imagen interior de la zona living de la casa a dos alturas

Imagen de la escalera del living a doble altura

Una de las características de esta obra es la introducción de módulos amueblados. Estos elementos que encontramos también en otras obras de Grasso Cannizzo son unos volúmenes que contienen funciones en su interior como por ejemplo baños, armarios, lavandería, dispensa y que se abren por distintos lados. Estas estructuras se construyen en un taller y se transportan como si fueran un equipaje para instalarlos directamente en la obra con unos anclajes. Los elementos son completamente autónomos y desmontables, en caso que el uso del edificio vuelva a cambiar, y permiten dejar el espacio libre tal y como era originalmente. Estas estructuras construidas con perfiles galvanizados están revestidas en su interior con tablero de contrachapado marino y por fuera con chapa galvanizada.

El espacio de acogida de la antigua escuela se convierte en el corazón de la casa. Una grande zona de estar donde el protagonista es un gran piano de cola alrededor del cual la familia se reúne para tocar música y cantar.

En sus proyectos Grasso Cannizzo tiende a la recuperación y reutilización de todos los elementos posibles, en este caso las barandillas de las escaleras exteriores han sido desmontadas, pulidas y reubicadas. También se han recuperado las estructuras de los porches que en un futuro se cubrirán con parras plantadas en su base y se ha mantenido la conformación del jardín casi en su totalidad.
Para la valla de la finca se ha utilizado una red de gallinero que permite las vistas hacia la ciudad y por donde treparán los jazmines.

Dibujo de la planta baja del proyecto

Dibujo de la planta primera del edificio

Tanto para los pavimentos como para los revestimientos de los baños se han utilizado losas de terrazo ya que por exigencias del presupuesto, no podían permitirse materiales caros y sofisticados para una superficie tan amplia. Las instalaciones se han dejado a la vista para evitar hacer regatas que mermarían la estabilidad de las delgadas y altas paredes del edificio situado en zona sísmica.

En las obras y la concepción de los espacios de Grasso Cannizzo encontramos a menudo un influjo japonés. Su perspectiva de las formas del habitar no es nunca convencional e implica un proceso de reflexión conjunto por parte de la arquitecta y de los clientes, buscando así la optimización de los espacios y cubriendo todas las necesidades.
De esta forma, sus pequeños y modestos proyectos se convierten en obras únicas, siempre distintas, consecuencia de una superposición de estratos que transforman poco a poco el territorio y su forma de habitarlo.

Maria Giuseppina Grasso Cannizzo
Escrito por Aina Pérez i Verge desde TURÍN
Fotografías de Giulia Bruno

 

 

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